El día que quedamos en Zamora unos cuantos topos para tomar algo, estuvimos recordando viejas historias de las de entonces y entre ellas, salió a relucir la que hace referencia al título de la entrada y que Chin me pide que haga un relato de su génesis y evolución. Cuando hablamos sobre ella en el Cambalache, pensé que nos iba a dar algo de la risa que nos provocó su recuerdo y mención.
Corría mitad de curso de 3º de F.P.II y el instinto de conservación de algunos de nosotros, el miedo a perder, el ansia viva, el carácter picaresco intrínseco a la promoción, la pérdida de los valores de la integridad, el sálvese quién pueda, el afán de protagonismo, el quedar bien, la gestión de los recursos más egoístas, lamer el culo, tirar de la levita, dar jabón...en resumidas cuentas: HACER LA PELOTA, se convirtió en una práctica más habitual de lo que nos hubiera gustado, pero ni mucho menos, algo que llegara a ser preocupante más allá de los compañeros que solían tener esas tendencias, pero nuestro querido amigo de los pelos largos, empezó a preocuparse por el uso abusivo de estos hábitos, que comenzaban a proponerse como costumbres cada vez más arraigadas y él, con buen criterio, se erigió como adaliz defensor de un comportamiento más acorde con nuestra identidad noble y ejemplarizante de integridad proletaria.
Se ponía de los nervios y se rebullía encolerizado en su pupitre cada vez que alguien hacía una pregunta nimia a un profesor o se mostraba servil y adulador.
Para intentar mitigar estas situaciones, se sirvió de un invento revolucionario y persuasivo: EL PELOTÓMETRO. Éste, consistía en una lista de todos los compañeros, colocaditos por orden alfabético y cada vez que alguno se atrevía a cometer un acto de adulación, alabo, lisonja, elogio, embeleco, camelo hacia un docente, Chin sacaba raudo dicha lista y le apuntaba el bagaje de puntos que consideraba oportuno, dependiendo de la gravedad del acto lagotero-pelotillero del sujeto. Para ello, contaba con la inestimable colaboración del compañero Chuchy, que se tomó el asunto con la misma intensidad y vigor, consiguiendo entre los dos, crear un clima de miedo, incluso a preguntar al profesor de turno por cuestiones de importancia, cómo por ejemplo; qué había escrito en la pizarra en la explicación de un problema de matemáticas o tecnología o lo que fuera y no se veía bien el número, la letra o el dibujo. Seguramente, alguna vez, nos fuimos todos de clase con la duda de saber qué ponía el profesor por no preguntar y arriesgarse a que Chin te endosara dos o tres puntos en el pelotómetro y te dijera con acritud: PELOTA.
Si en alguna de estas, se le pasaba un devaneo con los maestros, Chuchy estaba al quite e inmediatamente, corría a Chin y le decía: "Apúntale 3 puntos al pelota ese, que le ha preguntao' al Látigo que si hay que estudiar los límites o solo las derivadas".
Al final de la semana, hacía balance de puntuación del pelotómetro y declaraba PELOTA DE LA SEMANA al que más puntos tuviera. Lo más chocante es que él mismo, alguna que otra vez se tuvo que apuntar algún punto que otro, eso sí, siendo acusado por su esbirro en esas lides: "Cagüen en dios, Chin, tú también eres un pelota. Apúntate 1 punto por pelota y otro por intentar escabullirte".
Chin, sería un tesoro que todavía conservaras el famoso PELOTÓMETRO y ahora nos reiríamos un buen rato y mucho más, si con cada anotación o punto de cada compañero, hubiera una explicación del porqué.
Corría mitad de curso de 3º de F.P.II y el instinto de conservación de algunos de nosotros, el miedo a perder, el ansia viva, el carácter picaresco intrínseco a la promoción, la pérdida de los valores de la integridad, el sálvese quién pueda, el afán de protagonismo, el quedar bien, la gestión de los recursos más egoístas, lamer el culo, tirar de la levita, dar jabón...en resumidas cuentas: HACER LA PELOTA, se convirtió en una práctica más habitual de lo que nos hubiera gustado, pero ni mucho menos, algo que llegara a ser preocupante más allá de los compañeros que solían tener esas tendencias, pero nuestro querido amigo de los pelos largos, empezó a preocuparse por el uso abusivo de estos hábitos, que comenzaban a proponerse como costumbres cada vez más arraigadas y él, con buen criterio, se erigió como adaliz defensor de un comportamiento más acorde con nuestra identidad noble y ejemplarizante de integridad proletaria.
Se ponía de los nervios y se rebullía encolerizado en su pupitre cada vez que alguien hacía una pregunta nimia a un profesor o se mostraba servil y adulador.
Para intentar mitigar estas situaciones, se sirvió de un invento revolucionario y persuasivo: EL PELOTÓMETRO. Éste, consistía en una lista de todos los compañeros, colocaditos por orden alfabético y cada vez que alguno se atrevía a cometer un acto de adulación, alabo, lisonja, elogio, embeleco, camelo hacia un docente, Chin sacaba raudo dicha lista y le apuntaba el bagaje de puntos que consideraba oportuno, dependiendo de la gravedad del acto lagotero-pelotillero del sujeto. Para ello, contaba con la inestimable colaboración del compañero Chuchy, que se tomó el asunto con la misma intensidad y vigor, consiguiendo entre los dos, crear un clima de miedo, incluso a preguntar al profesor de turno por cuestiones de importancia, cómo por ejemplo; qué había escrito en la pizarra en la explicación de un problema de matemáticas o tecnología o lo que fuera y no se veía bien el número, la letra o el dibujo. Seguramente, alguna vez, nos fuimos todos de clase con la duda de saber qué ponía el profesor por no preguntar y arriesgarse a que Chin te endosara dos o tres puntos en el pelotómetro y te dijera con acritud: PELOTA.
Si en alguna de estas, se le pasaba un devaneo con los maestros, Chuchy estaba al quite e inmediatamente, corría a Chin y le decía: "Apúntale 3 puntos al pelota ese, que le ha preguntao' al Látigo que si hay que estudiar los límites o solo las derivadas".
Al final de la semana, hacía balance de puntuación del pelotómetro y declaraba PELOTA DE LA SEMANA al que más puntos tuviera. Lo más chocante es que él mismo, alguna que otra vez se tuvo que apuntar algún punto que otro, eso sí, siendo acusado por su esbirro en esas lides: "Cagüen en dios, Chin, tú también eres un pelota. Apúntate 1 punto por pelota y otro por intentar escabullirte".
Chin, sería un tesoro que todavía conservaras el famoso PELOTÓMETRO y ahora nos reiríamos un buen rato y mucho más, si con cada anotación o punto de cada compañero, hubiera una explicación del porqué.
Todavía me he reído mucho leyendo las vicisitudes del aparatejo. El máximo instigador de asunto era el mi zorro (chuchi) aunque el brazo ejecutor era yo. Sería la ostia que lo encontrase. seguro que entre los apuntes y/o cuadernos de aquellos cursos hay algun ábaco con las puntuaciones del mes, parece que estoy oyendo al chuchi decir, -después de asegurarse que le había apuntado tres puntos al que le hubiera tocado- ¡qué pelota!
ResponderEliminarChechu, eso de los "CAGONDIOS", siempre fué mas de la habitación de los PP(23)incluido anteriormente también el amigo Panero, con lo cual era PPP de Panero, Pelaez, y Pérez. Pero el pelotódromo es muuuuu buenooooo.
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