La decisión de cenar en un restaurante céntrico obedeció a la idea de no tener que desplazarnos en coche a ningún lugar más alejado, con los consiguientes riesgos. No era el día para tener ningún problema y se tomó con el consenso de los organizadores, dado que no todos los restaurantes tenían capacidad para todos los posibles comensales.
El recuerdo que tengo del acontecimiento es que me pasé, junto con Aguado, la mitad de la cena haciendo las cuentas de todos los gastos y recaudando el dinero para pagarlos, así que no puedo decir que la disfrutara de una forma completa. Lo que sí tengo que decir es que me alegró mucho saber que las cosas estaban saliendo más o menos como estaba previsto y la participación de todos vosotros superó todas las expectativas.
El ambiente fue fantástico y creo que todo el mundo se lo pasó bien. No tuvimos noticias de nuestro compañero Mayo, ni ese día, ni en posteriores, dado que se fue sin entrar al restaurante y no volvimos a saber más de él. Espero que se divirtiera allá donde fuera y si alguien sabe de él que lo diga (sólo por curiosidad).
El restaurante elegido fue el Rey Don Sancho II, situado en la Marina y en pleno centro de la ciudad. El lugar ha cambiado mucho desde nuestra época de estudiantes, ya que por aquel entonces, existían dos calzadas abiertas al tráfico en ambos sentidos y era un poco el lugar de exihibición de coches, motos, ciclomotores, bicicletas y ...chicas. Incluso tenía un nombre que hacía mención a tal carácter: "el tontódromo", porque si te sentabas en uno de los bancos de las aceras durante un rato, veías pasar por el lugar a las mismas personas varias veces de allá para acá, sin un rumbo claro y si éstas eran chicas, las veías pasar frente a tí, con andares y miradas nerviosas, entre risitas y contoneos a la hora de la merienda. Los fines de semana era aún más concurrido el citado lugar, al que se le sumaba toda la juventud de los pueblos cercanos en visita a la ciudad con fines mucho más lúdicos a la espera de que abrieran sus puertas las discotecas que hacían furor en aquellos tiempos (ahora no sé cómo se liga) y que la estrella era Ramsés II, pero también las demás tenían mucha clientela: Niton's, Fresas, Mandrágora, Maikel's y alguna más que se me queda en el tintero...¡Qué recuerdos!
Tengo grabada en mi memoria el día en que ibamos paseando justo al lado del restaurante que menciono, en la misma acera, con dirección a cruzar por el paso de peatones regulado por semáforos; Paco, Aguado, Forma y yo y justo antes de pasar, se pone en rojo y llega un vespino con una señora bastante corpulenta y oronda... bueno, me dejo de eufemismos: ERA MUY GORDA. Paco, sin encomendarse a nadie, se le acerca cuando está preparada para salir del semáforo en cuanto se pusiera en verde y le espeta: "¿Me dejas dar una güelta, maaajaa?".La sujeta, ni se inmuta, por lo que Paco insiste en términos menos pretenciosos: "¿Ma montassss?"
Por aquel entonces, no se llevaba casco como ahora y la buena señora giró la cabeza hacia él y con una mirada despectiva, retorció la maneta derecha del vespino, acelerando todo lo que pudo sin quitarle la vista de encima y el ciclomotor comenzó a moverse tortuosamente, como quejándose del peso que estaba soportando, mientras mantenía girada la cabeza mirando inquisitavamente a Paco, que permaneció de pie, en el asfalto con una sonrisa burlona, pero con la decepción de no haber sido aceptada su petición. Nosotros no salíamos de nuestro asombro y cuando la gorda pasó a nuestro lado, con la cabeza aún girada a la derecha, ahora, con la mirada perdida en el infinito de su triunfo, nos echamos a reír a carcajadas y a retorcernos de la risa, agarrándonos de los semáforos para no caernos, mientras el vespino a duras penas se iba perdiendo en el horizonte de la Avda. Requejo, con el sonido quejumbroso del tubo de escape.
Paco, se dirige hacia nosotros, dando al aire patadas de desesperación y cabreo, diciéndonos: "No ma hecho ni caso la mu zorra, no ma montao'", "Ya veréis cuando la pille a la gorda esa, que me he quedao' con su cara".
Otro acontecimiento ligado a este lugar, casi en el mismo sitio, hace referencia a los días en los que hacíamos propaganda de nuestras maravillosas fiestas con el Mini que nos habían dejado los de viajes Bambú y que darán para otra publicación de anécdotas cuando llegue el momento. Ya he comentado algo respecto a ello en otra entrada, pero vuelvo a hacer referencia aquí, porque lo ocurrido tiene que ver con el restaurante mencionado. No sé porqué, pero unos cuantos de la clase estaban en la puerta del Sancho, cuando hicimos acto de presencia los que en ese momento íbamos montados en el coche con motivo del anuncio de la gacheto fiesta en Ramsés II por las calles de Zamora. No solo estaban los compañeros esperando, me imagino, a que llegara su turno para montarse en el mini y darse ellos la vuelta por ahí, porque nos lo tomábamos como una diversión. Sé que en aquella época, no todos teníamos carné de conducir, (yo lo saqué en octubre de ese mismo año), lo que sí recuerdo es que Ricardo y Julio Pérez, ya lo tenían por esos días y eran de los conductores habituales. Ese día y en esos momentos, era Julio el chófer. Nos detuvimos en frente del Sancho II y comenzamos a bajar del coche los ocupantes, que paso a enumerar: Cholo (1,98), Chin (1,85), Paco (1,83), Julio (1,75), Mosca (1,77), Jarero, Chuchi y yo y aquello parecía un concurso de esos de la tele en el que se intenta batir el récord de ocupantes en un mini. Los transeúntes, no pudieron por menos de quedarse perplejos de lo que estaban viendo, más que nada por el escándalo que montamos al bajar, cambiar de ocupantes y por el montón de gente que se podía meter en un mini.
Para el recuerdo, también publico el menú de la cena y la factura, pero para otra ocasión, si se presenta, que otro se ocupe de hacer la recaudación y las cuentas o se busque otra manera porque algunos de nostros no disfrutamos de los acontecimientos de la misma manera.
El recuerdo que tengo del acontecimiento es que me pasé, junto con Aguado, la mitad de la cena haciendo las cuentas de todos los gastos y recaudando el dinero para pagarlos, así que no puedo decir que la disfrutara de una forma completa. Lo que sí tengo que decir es que me alegró mucho saber que las cosas estaban saliendo más o menos como estaba previsto y la participación de todos vosotros superó todas las expectativas.
El ambiente fue fantástico y creo que todo el mundo se lo pasó bien. No tuvimos noticias de nuestro compañero Mayo, ni ese día, ni en posteriores, dado que se fue sin entrar al restaurante y no volvimos a saber más de él. Espero que se divirtiera allá donde fuera y si alguien sabe de él que lo diga (sólo por curiosidad).
El restaurante elegido fue el Rey Don Sancho II, situado en la Marina y en pleno centro de la ciudad. El lugar ha cambiado mucho desde nuestra época de estudiantes, ya que por aquel entonces, existían dos calzadas abiertas al tráfico en ambos sentidos y era un poco el lugar de exihibición de coches, motos, ciclomotores, bicicletas y ...chicas. Incluso tenía un nombre que hacía mención a tal carácter: "el tontódromo", porque si te sentabas en uno de los bancos de las aceras durante un rato, veías pasar por el lugar a las mismas personas varias veces de allá para acá, sin un rumbo claro y si éstas eran chicas, las veías pasar frente a tí, con andares y miradas nerviosas, entre risitas y contoneos a la hora de la merienda. Los fines de semana era aún más concurrido el citado lugar, al que se le sumaba toda la juventud de los pueblos cercanos en visita a la ciudad con fines mucho más lúdicos a la espera de que abrieran sus puertas las discotecas que hacían furor en aquellos tiempos (ahora no sé cómo se liga) y que la estrella era Ramsés II, pero también las demás tenían mucha clientela: Niton's, Fresas, Mandrágora, Maikel's y alguna más que se me queda en el tintero...¡Qué recuerdos!
Tengo grabada en mi memoria el día en que ibamos paseando justo al lado del restaurante que menciono, en la misma acera, con dirección a cruzar por el paso de peatones regulado por semáforos; Paco, Aguado, Forma y yo y justo antes de pasar, se pone en rojo y llega un vespino con una señora bastante corpulenta y oronda... bueno, me dejo de eufemismos: ERA MUY GORDA. Paco, sin encomendarse a nadie, se le acerca cuando está preparada para salir del semáforo en cuanto se pusiera en verde y le espeta: "¿Me dejas dar una güelta, maaajaa?".La sujeta, ni se inmuta, por lo que Paco insiste en términos menos pretenciosos: "¿Ma montassss?"
Por aquel entonces, no se llevaba casco como ahora y la buena señora giró la cabeza hacia él y con una mirada despectiva, retorció la maneta derecha del vespino, acelerando todo lo que pudo sin quitarle la vista de encima y el ciclomotor comenzó a moverse tortuosamente, como quejándose del peso que estaba soportando, mientras mantenía girada la cabeza mirando inquisitavamente a Paco, que permaneció de pie, en el asfalto con una sonrisa burlona, pero con la decepción de no haber sido aceptada su petición. Nosotros no salíamos de nuestro asombro y cuando la gorda pasó a nuestro lado, con la cabeza aún girada a la derecha, ahora, con la mirada perdida en el infinito de su triunfo, nos echamos a reír a carcajadas y a retorcernos de la risa, agarrándonos de los semáforos para no caernos, mientras el vespino a duras penas se iba perdiendo en el horizonte de la Avda. Requejo, con el sonido quejumbroso del tubo de escape.
Paco, se dirige hacia nosotros, dando al aire patadas de desesperación y cabreo, diciéndonos: "No ma hecho ni caso la mu zorra, no ma montao'", "Ya veréis cuando la pille a la gorda esa, que me he quedao' con su cara".
Otro acontecimiento ligado a este lugar, casi en el mismo sitio, hace referencia a los días en los que hacíamos propaganda de nuestras maravillosas fiestas con el Mini que nos habían dejado los de viajes Bambú y que darán para otra publicación de anécdotas cuando llegue el momento. Ya he comentado algo respecto a ello en otra entrada, pero vuelvo a hacer referencia aquí, porque lo ocurrido tiene que ver con el restaurante mencionado. No sé porqué, pero unos cuantos de la clase estaban en la puerta del Sancho, cuando hicimos acto de presencia los que en ese momento íbamos montados en el coche con motivo del anuncio de la gacheto fiesta en Ramsés II por las calles de Zamora. No solo estaban los compañeros esperando, me imagino, a que llegara su turno para montarse en el mini y darse ellos la vuelta por ahí, porque nos lo tomábamos como una diversión. Sé que en aquella época, no todos teníamos carné de conducir, (yo lo saqué en octubre de ese mismo año), lo que sí recuerdo es que Ricardo y Julio Pérez, ya lo tenían por esos días y eran de los conductores habituales. Ese día y en esos momentos, era Julio el chófer. Nos detuvimos en frente del Sancho II y comenzamos a bajar del coche los ocupantes, que paso a enumerar: Cholo (1,98), Chin (1,85), Paco (1,83), Julio (1,75), Mosca (1,77), Jarero, Chuchi y yo y aquello parecía un concurso de esos de la tele en el que se intenta batir el récord de ocupantes en un mini. Los transeúntes, no pudieron por menos de quedarse perplejos de lo que estaban viendo, más que nada por el escándalo que montamos al bajar, cambiar de ocupantes y por el montón de gente que se podía meter en un mini.
Para el recuerdo, también publico el menú de la cena y la factura, pero para otra ocasión, si se presenta, que otro se ocupe de hacer la recaudación y las cuentas o se busque otra manera porque algunos de nostros no disfrutamos de los acontecimientos de la misma manera.
Lo raro es que no nos detuvieran en una de esas los municipales, poque mas de una amonestación y queja si que nos llevamos. Aquella salida del MINI, solo faltaba intentar repetirla ahora, que a lo mínimo la mayoria pesamos 20Kg. mas, por lo menos Chin y yo.
ResponderEliminarLo que dices de las recaudaciones amigo Pascual, tienes toda la razón, pero tendremos que seguir apoyandonos en alguno de los que suelen arrimar el hombro habitualmente, porque o lo elegiges por decreto y a dedo o no creo que ninguno se presente voluntario. Los mejores para estos temas sois los mas astemios y formales, porque a otros se nos va la cabeza a medida proporcional que pasan las horas de juerga.