viernes, 18 de marzo de 2011

Viaje en moto a...niguna parte. 1984




Discurría el año 1984, era el último curso de Formación Profesional y nuestro tiempo académico incluía, como todos recordareis, muchas horas en los talleres. En este curso, hacíamos rotaciones por las diferentes secciones incluidas en el programa formativo. Tengo memoria de aquellos años, pero no puedo discernir con exactitud todos los apartados de los talleres por los que pasamos. Recuerdo haber estado en la sección de Tornos, en sus diferentes versiones, incluida la del de control numérico, aunque éste, dado de forma muy superficial (creo que nos lo dio nuestro tutor del curso: Lorenzo, pero esta circunstancia me gustaría contrastarla con vosotros). Pasamos también por la sección de Fresa y si no recuerdo mal, el encargado de ésta, era el Fradejas. De esta época, tengo varios recuerdos en forma de fogonazos fugaces: recuerdo estar cantando (si no lo sabéis, soy muy malo cantando) una canción de Sabina de forma enfermiza y persistente, que tenía hartos a los que estaban a mi lado en aquellos días; Luismi, Chin, Manuel Luis y que me pedían por favor que no cantara más, que era una tortura. La canción era una que hablaba de "mudarse a la calle de la alegría...". También recuerdo a un profesor de matemáticas, junto con los de taller, intentando descifrar el funcionamiento de la fresa computerizada, la Kondía, de la que no se disponía de instrucciones de manejo o estaban en inglés y se afanaban en la esquina norte, a la izquierda, donde estaba instalada, para hacerse con su funcionamiento. Os recuerdo que ese mismo año conseguimos que se nos diera clase para conocer la máquina, fuera del horario lectivo, y que seguramente nos enseñaron lo poco que los encargados de ella, hubieran aprendido.
Pasamos igualmente por la sección de electricidad, donde ya he contado alguna anécdota relativa a la colocación de los cables por parte de Muñoz y su perfeccionismo. Pasamos por la sección del laboratorio de resistencia de materiales, etc, donde algún grupo cuenta con unas cuantas anécdotas, como la de Julio el gallego, que a punto estuvo de romper una máquina con su ensayo de resistencia de una probeta.
Pero sin duda, donde más recuerdos graciosos tengo grabados en mi mente, es en la sección de soldadura con nuestro apreciado profesor Marcos. Ya he contado la que hace referencia al cordón que hizo Mayo el primer día de clase. Casi todos los días que pasamos en este ciclo, fueron de anécdota diaria. Una vez que Marcos nos explicaba lo que teníamos que hacer, dandonos las pautas, se iba a una parte del taller, al lado del departamento de soldadura, donde había un coche que habían montado en cursos anteriores, cuando se tomaban las cosas con mucha más seriedad aún que en nuestra época y se dedicaba a hacer trabajos por su cuenta, nos dejaba a nuestro aire y sin llegar al desmadre, hacíamos de las nuestras. En una ocasión, nos dedicamos a montar en moto sin movernos del sitio. Me ha venido a la cabeza este recuerdo y todavía me río rememorándolo. En las inmediaciones de Soldadura, había un compresor de aire bastante potente y nos se nos ocurría otra cosa que ponerlo en marcha, agarrando la manguera con el aire a presión y los demás, de uno en uno o de dos en dos agarrados por detrás de la cintura, como si fuéramos montados en una moto y con las gafas de protección anti-esquirlas, con la cara al viento y con el gesto de ir agarrados de un manillar de una moto imaginaria, ir tomando las curvas a derecha e izquierda, poniendo cara de velocidad, haciéndonos a la idea de ser como Steve Mcqueen, Denis Hooper o Marlon Brando en sus respectivas películas.
Especialmente, recuerdo el viaje que se dio Chin, primero en solitario, con su melena al viento, hay que recordar los pelos que se gastaba en aquellos días, a pesar de que se los dejara cortar de José el peluquero, pero creo que esta circunstancia ocurrió a final de curso y no a los días a los que me estoy refiriendo. Recuerdo también como se le movían los mofletes con la fuerza del aire a presión y más cuando abría la boca y el aire hacía vibrar todo el sistema de los músculos de la cara. A la fiesta, también acabaron sumándose más compañeros de otras secciones cercanas debido al alboroto que traíamos, entre ellos, Cholo, que se subió a la moto que llevaba Chin, levantando la pierna derecha como si diera un salto para subirse en el asiento trasero y asir a Peláez por su cintura de avispa y emprender un viaje a ninguna parte, pero a una velocidad de vértigo.
Lo recuerdo y aún veo sus caras y me descojono de la risa.

3 comentarios:

  1. Yo no me acuerdo de casi nada pero noto que en otras cosas de profes también tú tienes tus lagunas, de todas formas, gracias por tus recuerdos y tus ánimos. esperemos vernos unos cuantos amigos dentro de poco, en Semana Santa.
    Un saludo.

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  2. Pues es lo que os pido, que seais vosotros los que pongais las cosas de las que os acordéis y si meto la pata en mis recuerdos, los corrijais y así podremos hacer un relato coherente de lo que fueron aquellos años.

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  3. Pos resulta que yo no macuerdo de mi cintura de avispa.... sniff... puesto a comparar ahora prescindiríamos del himenóptero (?) y resultaría mas apropiado la utilización de la familia de los paquidermos para una acertada descripción de las guarniciones de grasa que que ahora ocupan mi otrora fisna cintura.
    De lo que si me acuerdo es de esto que contáis de las "máquinas especiales" ( así se llamaba el taller de 3º). Algunas todavía están allí, como la electroerosionadora, la mandrinadora, la cepilladora, (esta no llegamos a arrancarla, menudo monstruo) o el torno revolver, a la sazón gobernado, si os acordáis por un tablero de clavijas. El funcinamiento del revolver no tenía secretos pal Macías, pues según la posición de la clavija en el tablero hacía una cosa el bicho, y su funcionamiento era cíclico, - cuando terminaba por una esquina del tablero, empezaba con lo mismo por la otra-. La Kondía era otra cosa, seguro que aquellos teletipos que la gobernaban, ya estaban obsoletos en aquella época pero aún así, el Julio, que era quien la intentaba manejar, no sabía más que hacer desplazamientos en tres dimensiones con un rotulador en vez de una herramienta. Nos contarían que se habían perdido las instrucciones (no hubieran tardado nada en pedir otras), o que estas venían en inglés,(no tiene sentido pues la máquina se hace en Guipuzcoa), pero en realidad el progreso pilló a contrapie a nuestros profes de entonces; es lo mismo que ahora a nosotros con este bicho infernal desde el que os escribo, nosotros nacimos un pelí pronto para acertar de mutu propio en su manejo. Sin embargo, nuestros hijos, sólo han de preocuparse de por dónde evolucionan.... me llaman pa cenar,
    nos leemos!!!

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