Discurría el año 1984, era el último curso de Formación Profesional y nuestro tiempo académico incluía, como todos recordareis, muchas horas en los talleres. En este curso, hacíamos rotaciones por las diferentes secciones incluidas en el programa formativo. Tengo memoria de aquellos años, pero no puedo discernir con exactitud todos los apartados de los talleres por los que pasamos. Recuerdo haber estado en la sección de Tornos, en sus diferentes versiones, incluida la del de control numérico, aunque éste, dado de forma muy superficial (creo que nos lo dio nuestro tutor del curso: Lorenzo, pero esta circunstancia me gustaría contrastarla con vosotros). Pasamos también por la sección de Fresa y si no recuerdo mal, el encargado de ésta, era el Fradejas. De esta época, tengo varios recuerdos en forma de fogonazos fugaces: recuerdo estar cantando (si no lo sabéis, soy muy malo cantando) una canción de Sabina de forma enfermiza y persistente, que tenía hartos a los que estaban a mi lado en aquellos días; Luismi, Chin, Manuel Luis y que me pedían por favor que no cantara más, que era una tortura. La canción era una que hablaba de "mudarse a la calle de la alegría...". También recuerdo a un profesor de matemáticas, junto con los de taller, intentando descifrar el funcionamiento de la fresa computerizada, la Kondía, de la que no se disponía de instrucciones de manejo o estaban en inglés y se afanaban en la esquina norte, a la izquierda, donde estaba instalada, para hacerse con su funcionamiento. Os recuerdo que ese mismo año conseguimos que se nos diera clase para conocer la máquina, fuera del horario lectivo, y que seguramente nos enseñaron lo poco que los encargados de ella, hubieran aprendido.
Pasamos igualmente por la sección de electricidad, donde ya he contado alguna anécdota relativa a la colocación de los cables por parte de Muñoz y su perfeccionismo. Pasamos por la sección del laboratorio de resistencia de materiales, etc, donde algún grupo cuenta con unas cuantas anécdotas, como la de Julio el gallego, que a punto estuvo de romper una máquina con su ensayo de resistencia de una probeta.
Pero sin duda, donde más recuerdos graciosos tengo grabados en mi mente, es en la sección de soldadura con nuestro apreciado profesor Marcos. Ya he contado la que hace referencia al cordón que hizo Mayo el primer día de clase. Casi todos los días que pasamos en este ciclo, fueron de anécdota diaria. Una vez que Marcos nos explicaba lo que teníamos que hacer, dandonos las pautas, se iba a una parte del taller, al lado del departamento de soldadura, donde había un coche que habían montado en cursos anteriores, cuando se tomaban las cosas con mucha más seriedad aún que en nuestra época y se dedicaba a hacer trabajos por su cuenta, nos dejaba a nuestro aire y sin llegar al desmadre, hacíamos de las nuestras. En una ocasión, nos dedicamos a montar en moto sin movernos del sitio. Me ha venido a la cabeza este recuerdo y todavía me río rememorándolo. En las inmediaciones de Soldadura, había un compresor de aire bastante potente y nos se nos ocurría otra cosa que ponerlo en marcha, agarrando la manguera con el aire a presión y los demás, de uno en uno o de dos en dos agarrados por detrás de la cintura, como si fuéramos montados en una moto y con las gafas de protección anti-esquirlas, con la cara al viento y con el gesto de ir agarrados de un manillar de una moto imaginaria, ir tomando las curvas a derecha e izquierda, poniendo cara de velocidad, haciéndonos a la idea de ser como Steve Mcqueen, Denis Hooper o Marlon Brando en sus respectivas películas.
Especialmente, recuerdo el viaje que se dio Chin, primero en solitario, con su melena al viento, hay que recordar los pelos que se gastaba en aquellos días, a pesar de que se los dejara cortar de José el peluquero, pero creo que esta circunstancia ocurrió a final de curso y no a los días a los que me estoy refiriendo. Recuerdo también como se le movían los mofletes con la fuerza del aire a presión y más cuando abría la boca y el aire hacía vibrar todo el sistema de los músculos de la cara. A la fiesta, también acabaron sumándose más compañeros de otras secciones cercanas debido al alboroto que traíamos, entre ellos, Cholo, que se subió a la moto que llevaba Chin, levantando la pierna derecha como si diera un salto para subirse en el asiento trasero y asir a Peláez por su cintura de avispa y emprender un viaje a ninguna parte, pero a una velocidad de vértigo.
Lo recuerdo y aún veo sus caras y me descojono de la risa.