El concierto de Barricada fue la
excusa para salir entre semana. Fue a mediados de los 90, durante las fiestas
de San Pedro, en la explanada de La Vaguada; y lo mejor, junto con la actuación,
no fue la abundante cerveza que soplamos durante el show, sino que como colofón,
le acabamos con el aguardiente al del Bar de al lao.
Una intoxicación a lo
grande. Cuando nos batíamos en retirada, ya de madrugada, nos topamos con un carro del Eroski que
alguien había sustraído y posteriormente abandonado en las inmediaciones de la
estación de autobuses vieja. En nuestro zigzagueo hasta la chocolatería de
Lorenzo, en plena cogorza, empezamos a jugar con el puto carro; primero
atropellándonos con él unos a otros, más tarde, al llegar a la punta arriba de
San Torcuato, uno se subía en él, y otro
lo lanzaba calle abajo.
Un ligero empujón,… soltabas … y ostión contra los
chirimbolos, … carro y tío al suelo …, así estuvimos un buen rato, con una
escandalera de la ostia. Al llegar a la C/Benavente, una patrulla del CPN
empezó a perseguirnos, uno a pie y el otro con la lechera. Los vimos enseguida
pero nos hicimos los tontos. ”Alto! Policía!!” se medio escuchaba entre el estruendo latoso del carro al rodar. Cuando el madero nos echó el guante,
ya en la esquina del Valderrey, teníais
que haber visto a los Sres. funcionarios: dos cincuentones con más mili que el
palo de la bandera, panza cervecera,
bigotazo, carrillos prominentes, rosados , … polis de los que se hacían antes en Zamora, al abrigo de una capital de
provincias tranquila.
“A ver!... usté!,…
documentación!…” me inquirió uno de
ellos sin haber recuperado todavía el resuello. Yo, siempre ocurrente bajo los
efectos del alcohol, respondí: “la mía o la del carro?”... la carcajada resonó
en toda Santa Clara, incluso el otro tuvo que darse la vuelta para que el
compañero no se sintiera ofendido. Menos mal que estaba la mi manchega poniendo
un poco de orden, si no, dormimos en el calabozo; porque nosotros cada vez
estábamos más burros y graciosillos, y ellos, cada vez más picaos… . Cuando nos dejaron
marchar, tras prometer mi señora que después de los churros, nos llevaba pa casa a todos, el que conducía el Z, con
bastante cara de asco apuntilló: “...y aparcar por ahí ese carro,… coño!.”
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