lunes, 3 de febrero de 2014

BARRICADA (Por Chin)




El concierto de Barricada fue la excusa para salir entre semana. Fue a mediados de los 90, durante las fiestas de San Pedro, en la explanada de La Vaguada; y lo mejor, junto con la actuación, no fue la abundante cerveza que soplamos durante el show, sino que como colofón, le acabamos con el aguardiente al del Bar de al lao. 


Una intoxicación a lo grande. Cuando nos batíamos en retirada, ya de madrugada,  nos topamos con un carro del Eroski que alguien había sustraído y posteriormente abandonado en las inmediaciones de la estación de autobuses vieja. En nuestro zigzagueo hasta la chocolatería de Lorenzo, en plena cogorza, empezamos a jugar con el puto carro; primero atropellándonos con él unos a otros, más tarde, al llegar a la punta arriba de San Torcuato,  uno se subía en él, y otro lo lanzaba calle abajo. 

Un ligero empujón,… soltabas … y ostión contra los chirimbolos, … carro y tío al suelo …, así estuvimos un buen rato, con una escandalera de la ostia. Al llegar a la C/Benavente, una patrulla del CPN empezó a perseguirnos, uno a pie y el otro con la lechera. Los vimos enseguida pero nos hicimos los tontos. ”Alto! Policía!!” se medio escuchaba  entre  el estruendo latoso  del carro  al rodar. Cuando el madero nos echó el guante, ya en la esquina del  Valderrey, teníais que haber visto a los Sres. funcionarios: dos cincuentones con más mili que el palo de la bandera,  panza cervecera, bigotazo, carrillos prominentes, rosados , … polis de los que se hacían  antes en Zamora, al abrigo de una capital de provincias tranquila.  

 “A ver!... usté!,… documentación!…”  me inquirió uno de ellos sin haber recuperado todavía el resuello. Yo, siempre ocurrente bajo los efectos del alcohol, respondí: “la mía o la del carro?”... la carcajada resonó en toda Santa Clara, incluso el otro tuvo que darse la vuelta para que el compañero no se sintiera ofendido. Menos mal que estaba la mi manchega poniendo un poco de orden, si no, dormimos en el calabozo; porque nosotros cada vez estábamos más burros y graciosillos, y ellos,  cada vez más picaos… . Cuando nos dejaron marchar, tras prometer mi señora que después de los churros,  nos llevaba pa casa a todos,  el que conducía el  Z,  con bastante cara de asco apuntilló: “...y aparcar por ahí ese carro,… coño!.”

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