Como dice nuestro "Eterno Delegado", siempre fuimos muy originales. Cuando los demás hacían fiestas en las discotecas como Ramsés II para conseguir dinero para ir de excursión de fin de curso, haciendo los típicos concurso de disfraces, de belleza, de baile, etc. Nosotros hacíamos concurso de "tiro de la cuerda", "tiro de palos", "gacheto-fiesta" y cosas por el estilo. Las anunciábamos por la ciudad montados en un Mini Morris en el que alguna ocasión llegamos a ocuparlo con más de 8 y de los más altos. Si nos ponemos a hablar de la recogida de huevos, supera cualquier originalidad, por eso he decidido abrir los comentarios del 25º Aniversario con uno de los acontecimientos que ocurrieron al final de la jornada y no al principio. Este no fue otro que la visita a un local con nombre enraizado en la historia de Zamora: " El Motín de la Trucha ". Allí habíamos quedado con Manuel Ángel, nuestro educador. Con el compartimos unos momentos entrañables ya cuando las manecillas del reloj empezaban a ganar la partida hacia el lado derecho de la esfera horaria. Todos llevábamos con orgullo la camiseta de "La Octava" y los semblantes de los "topos" comenzaban a denotar cansancio acumulado de todo el día, o quizás, las secuelas del consumo excesivo del buen vino de la cena, cervezas y demás bebidas espirituosas. Departimos unos con otros, siempre de forma amigable. Decidme si alguna vez ha habido mala sangre entre nosotros. Pensadlo bien; no son conversaciones banales sobre el tiempo que hemos tenido, la crisis, el trabajo u otros temas recurrentes y superficiales. Hablamos sobre la vida, la familia y aspectos personales como si los 25 años que nos separan de nuestra juventud, no hubieran pasado y de golpe y como por un efecto especial nos encontráramos cara a cara con el compañero que te escuchaba de la misma forma que lo hiciera antaño. Esa cara que un día despediste con lágrimas en el alma, pensando en que no la volverías a ver y que sin embargo estaba otra vez frente a ti y escuchándote de nuevo...eso, escuchando, cosa que solo hace un amigo.
En aquel bar con nombre belicoso no nos amotinamos, nos reunimos en torno a Manuel Ángel, nuestro antiguo educador y protector, que ahora se ha convertido en un amigo, en uno de nosotros, en un miembro el La Octava.
Cuando nos fuimos por la tarde de La Uni, nos llevamos, por iniciativa de Chin, que es la alegría de la casa y sobre todo muy previsor, cuatro hermosas tortillas, queso, jamón, chorizo y salchichón de las que dimos cuenta en parte cuando fuimos al merendero de la orilla del río. El dueño nos miraba con ojos inquisitivos...¡ Coño, estábamos en su merendero ! y nos habíamos traído las tortillas y el jamón y nos las comíamos delante de sus narices. Supongo que al ver a tantos vestidos de rojo y con ganas de juerga, no se atrevió a decir nada. Lo que si sirvieron fue para quitar el hambre. Lo que sobró, me lo guardé y después de la cena, para cuando estuviéramos de visita turístico-alcohólica por Zamora y alguien sintiera hambre, les hincara en diente. Llevé las tortillas en una bolsa, de paseo por Santa Clara como si de Barandales se tratara y llegué con ellas desde el merendero "Las Pallas" al bar "El Motín de la Trucha", pero una vez acabado el tiempo en el lugar, nos despedimos de Manuel Ángel y no sé si por olvido o por falta de hambre, las dejamos en el bar.
Lo que ocurrió con posterioridad con las tortillas es otra historia y emplazo al protagonista de la misma a que la cuente en este sitio.
En aquel bar con nombre belicoso no nos amotinamos, nos reunimos en torno a Manuel Ángel, nuestro antiguo educador y protector, que ahora se ha convertido en un amigo, en uno de nosotros, en un miembro el La Octava.
Cuando nos fuimos por la tarde de La Uni, nos llevamos, por iniciativa de Chin, que es la alegría de la casa y sobre todo muy previsor, cuatro hermosas tortillas, queso, jamón, chorizo y salchichón de las que dimos cuenta en parte cuando fuimos al merendero de la orilla del río. El dueño nos miraba con ojos inquisitivos...¡ Coño, estábamos en su merendero ! y nos habíamos traído las tortillas y el jamón y nos las comíamos delante de sus narices. Supongo que al ver a tantos vestidos de rojo y con ganas de juerga, no se atrevió a decir nada. Lo que si sirvieron fue para quitar el hambre. Lo que sobró, me lo guardé y después de la cena, para cuando estuviéramos de visita turístico-alcohólica por Zamora y alguien sintiera hambre, les hincara en diente. Llevé las tortillas en una bolsa, de paseo por Santa Clara como si de Barandales se tratara y llegué con ellas desde el merendero "Las Pallas" al bar "El Motín de la Trucha", pero una vez acabado el tiempo en el lugar, nos despedimos de Manuel Ángel y no sé si por olvido o por falta de hambre, las dejamos en el bar.
Lo que ocurrió con posterioridad con las tortillas es otra historia y emplazo al protagonista de la misma a que la cuente en este sitio.
En lo tocante a las tortillas su paseo no fue en valde pues ya rondan en esta paguina los amigos del alcalde "(de la alcaldesa)".
ResponderEliminarSi andas por ahí, Isidro, mándame un correo en cuanto se publique la fotografía con la alcaldesa y el grupo que envíe ayer día 29 al correo-la opinión. Gracias
ResponderEliminarQuiero recordar el detalle de RODOLFO, y mandarle un saludo, y mucha suerte en su trabajo, las palbras de Pascual leyendo su mensaje, me recordaron algunos momentos vividos con RUDI en clase...
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