CASH
La gente que vive en los pueblos
en general y en las comarcas del oeste zamorano en particular, dispone de
dinero en efectivo. El 90%,
jubilados, y a la vez, aún en activo, no
es que produzcan mucho y/o cobren grandes pensiones, más bien lo contrario; pero no gastan prácticamente nada. No creo que
exista en el mundo una tasa de ahorro per cápita que se aproxime a la de estas
zonas. Son los hijos de la posguerra, criados prácticamente sin pan, que
desconocen lo que es un capricho o unas vacaciones lejos de casa. En estos
hogares, euro que entra, jamás vuelve a ver la luz. Hace unos años, cuando
acababas el trabajo, aparecía el paisano
con la talega, envuelta y atada con cuerda de rafia y daba comienzo el desfile multicolor de billetes gordos; qué gloria!!,….. tan
grandes,… tan bonitos ….. . Ahora, no se hacen trabajos de mucho dinero, la
verdad, pero lo que se curra por estas tierras, se sigue cobrando bien; eso si, el método de
pago ha cambiado. Por un lado el miedo
del paisanaje a los foráneos malosos cien veces vistos en la Tv sensacionalista
de media tarde; y por otro , la
normativa de poner límite a los pagos en efectivo, han terminado con la deslumbrante
y polícroma cabalgata que suponía el
conteo del papel moneda. Ahora, cuando el pagano es una persona mayor (la
mayoría de las veces), lo que hago es acercarlo yo mismo hasta la sucursal
bancaria de turno.
Tienen Los bancos dos tipos de
clientes: los clientes de pasivo, que son los ahorradores que dejan custodiados
allí sus dineros , a cambio de recibir unos pírricos réditos; y los clientes de activos, que somos los que
funcionamos con la pasta de la entidad a cambio de pagar unos intereses
desorbitados. Entendiendo pues, que el auténtico negocio bancario es
prestar dinero a tipos como yo, que si la cosa marcha, se lo devolvemos con creces, y si no, se quedan con toda
nuestra hacienda, no alcanzo a comprender la paradoja que supone que en una
sucursal se le haga la pelota a quienes han de pagar réditos y miren por encima
del hombro a quienes pagamos intereses,
que por tanto somos los que mantenemos el chiringuito. Con estas credenciales, históricamente, si yo
entraba en cualquier oficina bancaria, donde
me conocieran personalmente, se producía una estampida entre la directiva y
empleados, similar a cuando entras en un
pajar con ratones, y estos, corren despavoridos cada uno a la ratonera que tenga
más cerca. El personal permanecía
agazapado en su eventual guarida, hasta
que, si había logrado engatusar a alguno pa que me atendiese, yo me largaba, y según me iba haciendo más pequeño a través
de las lunas de la sucursal, ellos volvían,
poco a poco, a ocupar otra vez sus puestos. Entiéndase la metáfora. Ahora acudo
a las sucursales acompañando a mis adinerados paisanicos, grandes clientes de
pasivo; ya nadie huye despavorido hacia
su escondrijo; ahora todo son piropos y
parabienes. Me consta que van dirigidos a ellos, sin embargo, al estar yo de por
medio, cierro los ojos y me imagino cómo debe ser la vida del cliente de
pasivo: objeto de prebendas , pelotilleos y palmaditas
en la chepa, lejos de exabruptos, servicios jurídicos y amenazas. Esperando que llegue el día 25 para cobrar la
pensión y/o vender una ternerica , y así
engordar la cuenta otro poquito, que si es mes de extraordinaria, o la vaca melgó, hasta le regalan un juego de sartenes; ….. y aguardando
a que llegue el final del plazo fijo para ver cuánto han crecido sus caudales.
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