Para Miguel.
Hace pocos días recibí una noticia terrible e inesperada, como estoy seguro, alguno de vosotros ha recibido en más de una ocasión en esta vida; uno de mis mejores amigos había muerto en un incomprensible accidente de tráfico en una carretera brasileña, cuando iba a buscar su paga semanal a la empresa que le había dado trabajo, al que había accedido huyendo de un país que empuja ahuyentando y negando el pan a sus hijos. Su coche fue embestido de frente por un taxista que se durmió al volante. Deja una esposa y tres hijos sin un padre cariñoso y buena persona donde las haya. En mi alma, también deja una tristeza que se hace más grande cuando sabes que no se merecía esta mala suerte después de una vida llena de tropiezos, amarguras, errores e incomprensión. Quiero recordarlo en estas páginas, no para reivindicar su amistad, si no para deshago de mi espíritu y revivir los años despreocupados de la infancia, cuando éramos felices y la vida brotaba sin dosificación alguna.
La banda de "Los guindilleros nocturnos" nació en un verano largo y caluroso en el barrio de arriba, más conocido como "La Gurrieta" en Carrascal, en un atardecer tormentoso con aire denso y olor a "tierra mojada" en un día de finales del mes de agosto. Mis amigos y yo, corríamos con las camisetas en la mano, unos tras otros, mojándonos en una guerra de agua, utilizando como arma las jeringuillas que se utilizaban para curar a las vacas de la "mamitis". Hay que entender que lavadas lo mejor que podíamos.
Cuando el cansancio hizo presa de nuestro físico y nos sentamos a recuperar el aliento, a mi amigo Miguel, se le ocurrió que podíamos hacer una banda para cometer fechorías por el pueblo.
A todos nos pareció una idea fantástica y dado el aburrimiento que empezaba a rondar los últimos días del verano, pensamos que era una inyección de moral para afrontar lo que quedaba de verano ocupando nuestro tiempo al máximo. Enseguida todos comenzamos a aportar ideas de cómo debería ser la banda; quién debería ser el jefe, el subjefe...etc. Y sobre todo, había que pensar en el nombre de la terrorífica banda que iba a asolar el pueblo con sus diabluras. Después de darle muchas vueltas, no se nos ocurría ningún epíteto convincente. Mientras, la tormenta había hecho acto de presencia y nos tuvimos que refugiar en el tendal de otro miembro de la recién formada pandilla. Allí, su padre acababa de dejar lo que había traído de la huerta; tomates, algún melón, pimientos, guindillas...¿guindillas? Acto seguido, alguien dijo: "Por qué no nos llamamos los GUINDILLEROS NOCTURNOS? Eso fue una iluminación, qué bien sonaba: Guindilleros nocturnos, el nombre intimidaba. En unos segundos, todos coincidimos que para ser miembro de la banda había que comerse una de aquellas guindillas y así sellaríamos nuestra entrega y lealtad a la banda para siempre. ¡Una guindilla entera! Había que tener cojones porque todos sabíamos que eran de la huerta del tio Eulogio. La misma huerta de donde salió la guindilla que Angelín y Manico (dos hermanos que pasaban el verano en casa de su abuelo) que eran peor que un dolor de muelas, le metieron en el culo a la burra de su abuelo para que subiera la cuesta que había desde el río a su casa, con dos cántaros de agua en las alforjas y que la pobre burra, al sentir aquel fuego terrible en su aparato excretor, salió quemando ruedas, tirando las alforjas y los cántaros y se pasó la cuesta, la casa, el pueblo y creo que todavía la están buscando por Portugal.
No os quiero aburrir, así que para otro día sigo con la historia.
siento mucho lo de tu amigo guindillero!!!
ResponderEliminarpor cierto soy chin manipulando el perfil de mi señora
ResponderEliminarParece mentira que tengas que salir de tu pais para tener una vida mejor, y que te encuentres con la muerte de una forma trágica ...
ResponderEliminarPascual, "ANIMO" , el relato es un bonito recuerdo de Miguel, y un abrazo a los Guindilleros Nocturnos.