viernes, 28 de diciembre de 2012

Cinco de Laoctava en Navidad 2012

Parece que las reuniones de Laoctava, que no son grandilocuentes, están abonadas al número 5 y es que en estas Navidades, nos hemos reunido, junto con parte de nuestras familias cinco de los viejos amigos, que estábamos disponibles para ese día y a esa hora.
Fue una tarde muy agradable en la que compartimos unos inolvidables momentos hablando de lo divino y de lo humano, sentados alrededor de algunas mesas de varios locales de la ciudad. Ésta, nos permitió dar un paseo por la calle Santa Clara sin tener que hacer uso de guantes ni bufandas, ya que la temperatura no era nada fría para la época del año y para ser Zamora.
Todos sabemos que nuestras reuniones sólo tienen de especial lo que los años siguen demostrando: una amistad inquebrantable que se forjó en nuestra adolescencia y que sigue acogiendo a cualquiera que formara parte de aquel irrepetible grupo de chavales que coincidieron de forma casual, pero que congeniaron de forma mágica. Todos, sin excepción, son bienvenidos a cualquiera de las reuniones que se hacen. Esperamos que para futuras quedadas, os animéis.
A primera hora, en el Sancho II, todavía éramos 4

A la hora de picar algo, se nos unió el incombustible Julio

sábado, 22 de diciembre de 2012

Fecha para la quedada de Navidad

A todos los topos que quieran acudir a la quedada de Navidad en Zamora, dejo el día, lugar y hora:

DÍA 27 DE DICIEMBRE EN EL SANCHO II DE LA MARINA A LAS 17:00

Esperamos a todos los que decidan acudir.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Navidad en Zamora

Dejo esta mención en el blog por si alguien está interesado en quedar para vernos y tomar algo por ahí en estas fechas en las que se puede disponer de algo más de tiempo. Estaré en Zamora la semana del 24 al 28. Me pasaré el tiempo disfrutando de la familia, los amigos que hay por ahí y de la hermosa ciudad, si algún topo está dispuesto a que nos demos un garbeo por los afamados lugares de tapas o lo que sea, que se ponga en contacto conmigo, o bien en este foro o en mi teléfono móvil. 
Un gran abrazo para estas fiestas y os felicito el Año Nuevo, no sé si haciendo demagogia o por tradición, pero es una excusa para acordarme de todos los amigos.

sábado, 15 de diciembre de 2012

NUNCA DEBIMOS REMONTAR EL GUADIANA,….. EN AUTOCARAVANA. (based on a true history) (IV) Por Chin



Llevábamos ya tres o cuatro días por ahí, y ninguno habíamos sido capaces de hablar con Roca en serio.  Creo que a todo el mundo le pasa, cuando sales de tu parcela, te cuesta soltar. Debe ser una reminiscencia genética de cuando nuestros ancestros utilizaban las boñigas  para marcar sus campos de caza, de igual modo que ahora lo hacen muchas alimañas. Si osabas colarte en territorio hostil, te cuidabas bien de no manchar en él, para que tu presencia no fuese delatada y así ahorrarte unos mordiscos, y/o unas ostias, que era como se solventaban los conflictos territoriales en el Plioceno, (periodo del terciario en el que aparecen nuestros más directos antepasados). Al indudable componente genético hemos de añadir la ridiculez del excusado, que través del subconsciente algo aportaría al atasco.
La verdad es que estábamos muy a gusto en Isla Canela. Es un sitio recomendable para las vacaciones familiares. Hay de todo, es económicamente asequible,  y tiene una playa cojonuda. Pero la idea era conocer más cosas; para eso habíamos alquilado la bicha. Así que a falta de Nissan Juke, nos pusimos a remontar el río a nuestra manera.

Aquella mañana la comidilla giraba en torno a ver quien entraba primero al baño. Héctor era claro favorito,  todos conocemos  su metabolismo (mínimo 2/3 veces día) y no entendíamos cómo, a esas alturas del viaje,  estaba aún sin plantar. A medio camino entre Ayamonte  y Huelva, en la autovía, tuvo lugar el desenlace:  nuestros  vaticinios se cumplieron, y el aludido fue el primero en estrenar la taza giratoria con fines mayores. Se encontraba el chiquillo terminando, cuando por el retrovisor vi un guardia civil que se acercaba en su flamante BMW;     mis encuentros  por Zamora con la benemérita, suelen saldarse siempre con receta, así que cuando  vi a aquel  acercarse a la ventanilla, estuve a punto de resolver mi atasco digestivo de un plumazo. “¿ocurre algo?” –preguntó- …. No…. verá usté agente… estoooo… el niño….. ejem… caca…. por no tenerla …. en fin…. usía ya me entiende…..,”No, nada,  nada, … he parado por si necesitaban ayuda” –respondió el guardia con la sonrisa de oreja a oreja-. Nos dio paso, y, frotándonos los ojos, pusimos la carriola en marcha. El silencio que siempre sigue a un susto de esta naturaleza, fue roto por el enano: “qué simpáticos son aquí los guardiaciviles, papá”. A eso del mediodía entrábamos en Sanlúcar de Barrameda. Cuna del Manzanilla …..y de los langostinos de la bahía.
Sanlúcar es un pueblo en el que se respira un aire más pijín; es muy bonito y se come muy bien. Hay una auténtica plaga de bares en las plazas y callejuelas del centro. A partir de las 10 hay que andar a codazos para echar un vino. Cuando terminamos la ronda nocturna, fuimos a ver si encontrábamos un aparcamiento tranquilo dónde dormir. Una dirección prohibida por aquí, un sentido obligado por allá, al final nos encontramos en una carretera, fuera del pueblo. Como no nos había gustado mucho la playa, acordamos comprobar adónde nos llevaba la mencionada carretera. Unos minutos conduciendo , y  empezábamos,  ya nerviosos,  a elevar el tono de voz recordando quizás el episodio de las marismas,  de pronto,  un cartel de confirmación vino a relajar el ambiente: CHIPIONA 6, (to be continued…)

lunes, 10 de diciembre de 2012

Orla

Ya sé que casi todo el mundo recibió en el día de la celebración del 25º Aniversario, la Orla que tan desinteresada y gentilmente hizo Alejandro para que todos tuviéramos un recuerdo del acontecimiento. Se eligió una foto de grupo de la anterior reunión y se agregaron las fotografías de nuestras getas cuando cursábamos estudios y creo que quedó muy bien.
También sé que pocos se han atrevido a exponerlas en sus casas ( por miedo a represalias del resto de la familia ) o en sus trabajos, caso a parte el de Chin, que manifiesta de forma creíble, que preside una de las paredes de su oficina. Por eso dejo la foto en el blog para que quien quiera la pueda gestionar como le parezca oportuno: haciendo una foto más pequeña para llevarla en la cartera, para ponerla como fondo de escritorio en el ordenador, para ampliarla y tenerla a todo color con las mismas intenciones que cuando la imprimió nuestro amigo Alejandro...

Orla de celebración del 25º Aniversario de la Octava
Sirva, pues como un regalo anticipado de Reyes por mi parte.

jueves, 6 de diciembre de 2012

NUNCA DEBIMOS REMONTAR EL GUADIANA,….. EN AUTOCARAVANA. (based on a true history) ( CAP III) Por Chin




A orillas de un estanque,
diciendo estaba el pato:
- ¿A qué animal dio el cielo
los dones que me ha dado?
Soy de agua, tierra y aire.
Cuando de andar me canso,
si se me antoja, vuelo;
si se me antoja, nado. (…)
(De la fábula “el pato y la serpiente” de Tomás de Iriarte)
Mi  suegra es muy buena gente, un poco ingenua pero es un cachico de pan. Cuando  este año por San Pedro vino a visitarnos,  un día,  comiendo, nos comentó  que habían inventado un coche anfibio, que lo mismo valía pa la carretera que pa navegar sobre las aguas. Incluso podía utilizarse como submarino.  Era su manera de interpretar el anuncio del  Nissan Juke.
 











 Aquella mañana, en Isla Canela, mi Conchi había dormido poco y mal y me acompañó en mi paseo matutino; anduvimos unos 3 km hacia poniente, y nos encontramos con la desembocadura del Guadiana. Aguas arriba se divisaba Ayamonte y el Puente Internacional  del Guadiana;  en frente, Vila-Real. Nos acordamos de Carlos Cano: ”En lah noshe de luna y clavel, de Ayamonte hasta Villa-Real,  sin rumbo por el río, soye un sumbío, dun barco que viene y va…” Estábamos sentados, viendo cómo los lugareños atrapaban  coquinas y navajas y de repente me asaltó el tontuno y le dije a Conchi: Si tuviésemos el coche anfibio ese de tu madre en vez de la bicha, navegaríamos aguas arriba y tarde o temprano, llegaríamos a Albacete;  con un poco de suerte hasta podríamos ver la feria. Tras recriminarme con la mirada, la referencia jocosa a su madre, preguntó: ¿y qué haríamos cuando llegásemos a los Ojos del Guadiana?;   Si cabe por ellos, lo ponemos en modo “submarino” y en paz; si no, conduciremos hasta Peñarroya en modo “off road” para continuar navegando por el embalse hasta Las Lagunas.…y cuando lleguemos a estas, libraremos los saltos de agua entre unas y otras como hacen las truchas cuando remontan para desovar, que el Juke, de potencia, andará sobrao. Después de reírnos un ratico, por la bobada, regresamos .  Como la playa, la verdad, no es que me emocione, cuando andamos de bureo, dejo a la gente en ella y me doy una vuelta antes de comer por los restaurantes de la zona para ver, comparar y elegir. El elegido ese día, resultó ser uno muy gracioso en el que había que rellenar como una ficha, tachando con un aspa lo que querías pa comer, pagabas, dabas un nombre, e ibas esperando a que te llamaran pa recoger los platos. Una especie de maldonas pero con comida de verdad y mucha gracia, pues  la gente ponía motes en los pedidos y cuando sonaba el mote por la megafonía, el aludido era objeto de mofa por parte de todo el restaurante. Yo le puse el nickName de María (María ticotico) y esta, que no se lo esperaba, al ser requerida por la megafonía, se puso colorá como un tejo. Al acabar, en el mismo local, un cubata DYC/cola 2,70€. Cooño!! ... esta es la mía!!, -pensé-. Cerré los ojos, me acordé de mis tiempos de estudiante y nos soplamos un par de ellos. Por la noche, fuimos a tomar otro cubatica de segoviano al mismo local; había un trío tocando en directo en el que la chica cantaba como los ángeles. La última canción de su repertorio: “María la portuguesa”…. No pude evitar el volver a pensar en el Nissan Juke.  Decidimos desde allí, ir en busca de alguna gasolinera para cambiarle las aguas a la bicha. Le eché 20 pavos de gasoil pa disimular y pedí permiso al gasolinero para a hacer el cambio. Las aguas negras se vierten en una especie de casette que se acopla desde fuera, por un lateral, a la taza del váter de manera hermética. El líquido químico, se encarga de convertir, todo lo que toca, en un batido cuyo color, sólo es comparable en lo feo y nauseabundo al pestuzo que suelta. Cuando saqué la casette por primera vez, igual pesaba 10 ó 12 kg. Nunca pensé que se pudiesen generar tal cantidad de detritus en 36 horas; y eso que todavía no habíamos pasado   ninguno por allí a soltar en serio. Mas cuando vacié la infernal papilla en el servicio de la gasolinera, creí que me salían todas las gambas consumidas hasta el momento en fila de a uno bailando claké… macho qué asco!!. Regresamos a la playa y con la brisa, conseguí olvidarme del pestilente episodio. (to be continued…)

sábado, 1 de diciembre de 2012

EL RELOJ DE MI ABUELO

Estado actual del reloj de mi abuelo
Mi afición por los relojes, creo que se podría remontar a la época de mi infancia, en la que veía como mi abuelo daba cuerda a su reloj de bolsillo, que realmente, no guardaba en ninguno de sus bolsillos, si no que lo tenía colgado con una estrecha cinta de terciopelo blanco en un clavo de la pared de la vieja cocina de Carrascal.
Darle cuerda al reloj, era un ritual diario que no variaba con las estaciones y todos los días a la misma hora, mi abuelo, emprendía camino a casa desde donde estuviera, para llegar a la cocina y bajando los batederos que la separaban del largo pasillo inclinado de la casa, entraba en la amplísima estancia de suelo de grandes losas de pizarra, donde tantas tardes de invierno pasé sentado al calor de la lumbre siempre atizada por mi abuela con esa maestría que me imagino perdida para siempre para las generaciones posteriores.
Apoyaba su cayado sobre la pared, que con el paso de los años, se convirtieron en dos, por su dificultad para caminar y cogía el reloj con sus manos sarmentosas y con sus dedos otrora ágiles, manipulaba torpemente la ruleta de la cuerda y deshacía el camino andado para seguir de chanzas con otro compadre de su mismo rango de edad, el Señor José, que también calzaba cacha y mismo humor que mi abuelo, con lo que era todo un espectáculo escucharlos y estar con ellos más de diez minutos y no echarte a reír a mandíbula batiente o que te salieran lágrimas como las que le salían a ellos de oírse a sí mismos, todas las barbaridades que se decían o decían de los demás vecinos del pueblo.
El viejo reloj, un LAMONT Compesamatic Suizo, tiene una larga historia, conocida sólo en parte por la familia. Lo trajo de Cuba su hija Socorro cuando estuvo en la isla caribeña cumpliendo la condena que imponían las arpías de las superiores de las órdenes religiosas al no saber dónde meter tantas chiquillas hambrientas enviadas de todos los pueblos, donde alimentar tanta boca, con la escasez de la posguerra, era casi un milagro. Mi tía cuenta, que cuando el reloj llegó a sus manos, ya era viejo y estamos hablando del principio de los años 60. Dicho reloj, fue donado al convento por una familia de indianos, que llevaban en La Habana desde el siglo XIX y no sé cómo, llegó a manos suyas y cuando regresó definitivamente a España, después del destierro obligado, se lo regaló a mi abuelo por eso de las posesiones terrenales de las monjas. No puedo saber con exactitud cuantos años tenía, pero yo imaginaba que era muy antiguo y el anterior poseedor, había vivido un sinfín de aventuras y hechos heroicos con dicho cronógrafo escondido en el bolsillo de su chaleco.

Los segundos, los minutos, las horas y los años pasaron y fueron desgastando las piezas de la maquinaria, para terminar parando, por agotamiento, el corazón de mi abuelo, que se había sincronizado con el inicio del siglo XX y en el año 1994, con noventa y cuatro años, decidió que ya no daría más cuerda al viejo reloj y se le fueron cerrando aquellos pequeños ojos azules que todavía los recuerdo vivos como los de un lince.

Mi abuela ya nos había dejado hacía quince años y la vieja casa no tenía razón de seguir abierta, por lo que sus siete hijos, decidieron cerrarla y con ella, parte de mi infancia quedó sepultada por un montón de recuerdos imborrables. El vacío incomprensible que había dejado aquel hombre tan venerado por mí, debió de ser comprendido por mis tías y tío y en un acto de ternura, decidieron que yo debería de quedarme con el viejo cronómetro.  Aún hoy, recuerdo aquel día en el que me lo puso en la mano mi tía Charo, y una sacudida interior, inunda de nostalgia mi alma y unas lágrimas humedecen mis pupilas.
Mi abuelo explicándome algo
Debería tener 2 años y medio (1969)
Cada vez que lo acaricio o lo observo, me vienen retazos de momentos vividos junto a él o alguna de sus bromas o de sus refranes y en cierto sentido, me acompaña en esta vida que aún me queda por vivir.

El reloj, una vez que mi abuelo, dejó de cuidar y de insuflar energía a su cuerda, se negó a seguir dando la hora. Estoy seguro de que fue por simpatía y compenetración con él. Ya no tenía sentido seguir funcionando sin el compañero fiel, que no faltaba a su cita diaria para empujarle a seguir su eterno compás sincrónico. Me lo traje conmigo a Madrid el mismo año en que él falleció y lo llevé a una relojería de la calle Velázquez, donde me lo quisieron comprar por una pasta, pero un sentimiento no tiene precio y sólo le dije al enjuto relojero que lo pusiera en forma. Me gasté unas cuantas pesetas, que era moneda en curso legal en aquellos años y que tanto añoro desde que el sueldo no da para lo que daba entonces y lo arreglé con la intención de que me acompañara cada día de mi existencia, pero a los pocas semanas de la curación, se volvió a negar a andar y desde entonces, sólo lo contemplo de vez en cuando. Creo que comprendió que yo no era digno de que me dijera la hora porque día sí y día no, se me olvidaba darle sus ánimos diarios y terminó por hacer una comparación entre abuelo y nieto y prefirió tener el recuerdo de su inseparable amigo, al olvidadizo del nieto.

Me estoy planteando volver a reanimarlo, pero dada su tozudez y sentido práctico, me temo que será inútil y más teniendo que señalar el tiempo que nos está tocando vivir en estos años, es un acto de fé más que una obligación tecnológica.