Familia Numerosa de 2ª, así rezaba el Título cuya fotocopia
usabas pa viajar con un 40% de descuento (parece que estoy viendo la cara de
perro de Clemente Cabañas cuando le enseñabas la fotocopia a través de la
ventanilla de la taquilla que tenía en la estación). Parecía que el descuento
tuviese que pagarlo él, de su bolsillo,
y supongo que sólo sería por el papeleo que le supondría recuperar, del
Instituto de Previsión, el descuento aplicado. En el viaje al pueblo, te ahorrabas 30 pts , pa una cerveza y un
vino, pero en una matrícula
universitaria te ahorrabas 30.000. Recuerdo el año en el que el Fule
dejó de estar en la foto del Título, y con el descuento a que daba derecho
nuestra nueva condición (FN de1ª), a mi no me llegaba pa poder pagar la
matrícula. (que eran 67.000 pelas). Compré un sello de fechas, un tubo de tipex y falsifiqué el que había
caducado; me quedó niquelao …. y coló.
En mi pueblo, como en todos, en aquella época había
muchísimas familias numerosas; Sin ir
más lejos, entre mi madre y mi tía
Gabriela (su hermana), éramos la friolera de 7+6=13. Criar hoy una prole de 7
sería virtualmente imposible: Como
mínimo 4 ó 5 playstation, 5 ó 6 smartfhones, (con su tarifa incluida), 7 pares de Munich, que con las zapatillas de
“la cadena” den cá el Rapau vamos
haciendo el ridículo; 4 ó 5 coches, con sus seguros, impuestos y gasolinas
varias. Y teniendo en cuenta que el
chato de tinto con sifón de 3 duros, y
el medio gintonic de larios de a 40 pts pasaron a la historia, 50€ per cápita pa
salir el finde, que ahora el vino D.O.
cuesta 3€/copa y el Bulldog o Hendriks c/tónica rara y especias
, 10 y 12 €/cubata. Y asín todo. Habría
que dedicarse a la política, y además en España, para poder asumir esos gastos.
El Tío dormía la
siesta. Aún hoy lo sigue haciendo. En el ejercicio de tan sana costumbre, era acompañado por el Grande, que ya entonces
madrugaba, y por Manolo cuyo intermitente aporte a las faenas del campo era
siempre amenizado por lloros,
amenazas e improperios varios (si
es que no tendría ni 10 años joder!!). Rosa y Caro, eran bebés y también
dormían a esas horas. En el corral,
quedábamos el Fule, Isaac y yo. Por supuesto sin Play, sin tele y sin
nada tangible con lo que poder entretenernos, por lo que nuestras horas de
siesta discurrían dando el follón, pegándonos y armando gresca. De vez en cuando se oía al Tío gruñir desde su
habitación , pidiendo silencio, y cuando ya lo teníamos harto, se levantaba cabreao como un mono, con los
ojos inyectaos en sangre, los pelos de punta ,
el cinto en la mano y a correr detrás de nosotros por todos los
recovecos que había en casa entonces. Yo creo que nunca se propuso arrearnos en
serio.
Elucubró pues el Tío, la manera de mantener a raya a la
muchachería sin necesidad de interrumpir su siesta ni de tener que usar la
correa. Un día que fue a Zamora, trajo dos preciosas cadenas con sus
respectivos candados, que servirían para atarnos un pie a dos de nosotros. Al
pequeño lo dejaría suelto. Pretendía de este modo, dificultar el contacto, y, por ende, la
gresca entre nosotros. A mi me ató a la
gatera de la casadiorno vieja. Al fule, no lo recuerdo, la verdad; pero el pequeño, que era peor que el
tifus, quedó suelto y estuvo toda la
siesta torturándonos al Fulero y a mi;
eso si, con herramientas telescópicas,
tipo palo de escoba o mango de rastrilla que le permitían picarnos desde
una distancia prudencial sin arriesgar el pellejo. Parece que lo estoy viendo
al cabrón. Fue peor el remedio que la enfermedad y el experimento, como podéis
imaginaros, fue un rotundo fracaso pues,
nuestras amenazas al pequeño y
los consiguientes lloros provocados por las ofensas recibidas por su parte ,
sustituyeron con creces los decibelios provocados por nuestras anteriores
trifulcas. Las cadenas fueron condenadas al ostracismo ya desde la 1ª
entresiesta. Nunca jamás se volvió a saber de ellas.