martes, 29 de enero de 2013

NUNCA DEBIMOS REMONTAR EL GUADIANA, ….. EN AUTOCARAVANA. (based on a true history) ( y VII) Por Chin




Aunque no estaba en nuestra ruta inicial, nos fuimos a pasar la tarde a Vejer, que está a 7/8 km de Barbate. Como nos gustó tanto el pueblo, nos quedamos a dormir y hasta el día siguiente no nos fuimos. Vejer de la Frontera es un pueblo blanco y precioso que está en lo alto de un cerro. En el casco antiguo, todavía amurallado, se conservan bien los vestigios de la convivencia de las tres culturas; donde termina la judería,  hay una iglesia que ha sido ocupada por una peña flamenca. El templo estaba en ruinas, y  los peñistas lo compraron y restauraron. En lo que fue el  altar mayor, tienen dispuesto un escenario donde todos los miércoles y sábados ofrecen conciertos. La sacristía, ha sido reconvertida en camerino, y, bajo el púlpito, se ubica el excusado. Por sus dimensiones parecía el de la bicha.  La barra del bar, se encuentra nada más entrar, supongo que para recordar a los turistas, (que se asoman a cientos  al templo), que es mu bueno pa la salud, parar a tomar una cerveza de vez en cuando. Como de cada 20 que se asoman, sólo consume uno, nosotros nos sentamos  y estuvimos equilibrando un poco esos ridículos guarismos, lo que además nos permitió conocer estas historias que os cuento por boca del fulano  que tiene la concesión de la tasca de la peña.
 
A la mañana siguiente, salimos para Sevilla con el fin de devolver la bicha. Delante del dueño, y con el fin de no dar muchas  explicaciones acerca de  las estrecheces sufridas a lo largo de una semana de convivencia en semejante trasto infernal, (somos Peláez y odiamos dar discuentos) estuvimos  un ratico adulándola , ensalzando la gran cantidad de espacio disponible y alabando sus virtudes como astringente. Una vez que amarramos la fianza, cogimos nuestro coche, que había quedado en la nave,  y nos encaminamos hacia la última etapa de nuestras vacaciones: Albacete. Fuimos por Valdepeñas, que aunque es el trayecto más largo, es en el que menos tiempo se invierte. Además, de Valdepeñas es Matías, con el que conservo una gran amistad desde nuestros tiempos de la Universidad. En la localidad vinatera, celebraban la fiesta de la vendimia,  así que antes de las gachas y los huevos con cebolla que siempre me apaña cuando voy a verlo, salimos a tomar un vinillo. Actualmente, en los escasos momentos en los que las hipotecas y otras obligaciones contractuales adquiridas, nos permiten disfrutar de nuestro amigo, damos un repasico a los emocionantes momentos vividos  cuando compartíamos piso y aula en Albacete, en los noventa. Una vez vino conmigo a SanTirso, el genuino, el del invierno,  y en el camino,  le hice memorizar las Glorias y otras loas al Santo. Estuvo borracho las 72 horas que duró su estancia en Arquillinos
 
La atracción casi magnética que ejerce Albacete sobre Conchi, nos obligó a reemprender la ruta.  Cuando definitivamente enfilamos el morro del auto hacia la capital manchega, a ella le sudaban las manos. Le ocurre siempre, por los nervios, y si es en septiembre, le sudan el doble,  por La  Feria. Valdepeñas, La Solana, Alhambra,….. ancha es Castilla; de repente, empiezas a descender, la carretera se vuelve  más sinuosa y en un minuto pasas, de la  pardusca aridez  de La Mancha, al azul  fresquito de Las Lagunas de Ruidera. Por fin, 7 días  y 1.500 km después de comenzar a remontar el río en Isla Canela, el azul infinito de Las Lagunas, ponía colofón a nuestro extraño navegar;  al pasar por  la Laguna del Rey, la más cercana a la carretera, no pude evitar una  sonrisa  al acordarme otra vez del Nissan Juke. (The End)

sábado, 19 de enero de 2013

NUNCA DEBIMOS REMONTAR EL GUADIANA,….. EN AUTOCARAVANA. (based on a true history) ( VI) Por Chin




Zahara de los Atunes  es un sitio de guiris que ha crecido en torno a lo que un día fue un pequeño pueblo de pescadores. No sólo su nombre, la fisionomía y arquitectura de su casco antiguo, así lo delatan. Tiene una  espléndida y  kilométrica  playa azotada casi siempre por un molestísimo viento. Cuando llegamos al pueblo, empezaba a amanecer y mi gente todavía dormía, así que  me dispuse a dar mi paseo matinal. El pueblo tiene una senda habilitada para caminar, que discurre bajo una pérgola  de madera muy bonita, alrededor de gran parte del casco urbano. Los postes que sujetan la pérgola, sirven además, para fijar unos carteles pegados por el Ayuntamiento, recordando a los dueños de los perros la obligación que tienen de recoger sus regalos. Cada cuatro postes hay un cartel. Los efectos de la cartelería parecen ser contraproducentes,  pues jamás vi tal densidad de morcillas; ni en mi recordado  slalom navideño. Decidimos, después de desayunar,  irnos para Tarifa.
 
Tiene mi Conchi un cartelico pegao a la frente que reza: ¡cuéntame tu vida!;  se ve perfectamente, aún de lejos, pues es costumbre entre sus interlocutores, sobre todo los que no la conocen de nada,  proceder a la narración completa de sus triunfos y penaeros. A veces, si se emboba,  también los de  sus descendientes e incluso parientes laterales. En el pueblo del viento, no fue una excepción:  Un tipo con buen aspecto que pasaba por allí, nos oyó especular sobre  la cercanía de la costa africana, y el fulano, que decía ser un capitán de los ferrys que hacen la ruta a Tánger, nos diseccionó un tratado completo de la historia de las relaciones comerciales con el norte de Africa . Después de media hora dándonos la brasa, logramos darle esquinazo mientras nos explicaba el origen de las corrientes del estrecho. 
El pueblo más meridional de Europa,  se ha hecho rico por  su estratégica posición geográfica, que le genera mucha población flotante y mucho comercio, y el por el insufrible viento que constantemente la azota (manda güevos!! ).  El antaño viento maldito,  en la actualidad le está dejando un montón de duros a través de  los parques eólicos y de deportes como el  kate-surf y wind-surf, que, gentes venidas de todo el mundo, practican en sus playas. Esta mezcla de culturas redunda en una ciudad muy variopinta y curiosa,  donde lo mismo puedes comer en un restaurante italiano que entrar a comprar en una tienda de artesanía neozelandesa.  
En el día y pico que paramos en  Zahara de los Atunes,  tres o cuatro veces, y en distintos ambientes del pueblo, escuchamos el mismo comentario: ¡ezo eh máh barato en Barbate!..... así que al día siguiente pallá que fuimos. En Barbate había un gorrilla, que cada vez que ayudaba a aparcar un coche, lo celebraba con una visita al bar. Cuando me ayudó a estacionar la bicha, también  lo hizo, y como me quedé por allí mientras Conchi se arreglaba, estuve observando sus idas y venidas a la taberna. No perdonaba una: coche aparcado, vino pa dentro…... coche aparcado, vino pa dentro…..
Para conocer los pueblos, hay que mimetizarse con el populacho. Yo, para mi asalto a la cultura barbatense, mientras Conchi  y los nenes daban una vuelta al mercadillo, elegí el bar de CC.OO. En el colmado sindical, conocí a un sujeto que bebía los chupitos de JB sin hielo a media mañana, al mismo ritmo que yo las cervezas; y fueron unas cuantas; yo esperaba que se le trabase la lengua un poco, pero el tipo no daba muestras de estar pedo (yo casi lo estaba). Era un pescador jubilado y su conversación era muy agradable. Me recomendó un local para comer y me subrayó que no nos fuésemos sin conocer  Vejer de la Frontera.
 (To be continued)

viernes, 11 de enero de 2013

NUNCA DEBIMOS REMONTAR EL GUADIANA,….. EN AUTOCARAVANA. (based on a true history) (V) Por Chin




“Estaba el servicio a mi cabecera; y, a la media noche, no hacían sino venir presos y soltar presos. Yo que oía el ruido, al principio, pensando que eran truenos, empecé a santiguarme y a llamar a Santa Bárbara. Mas viendo que olían mal, eche de ver que no eran truenos de buena casta.(…..), al fin, vime forzado, a intercesión de mis narices, a decirles que mudasen a otra parte el vedriado” (Francisco de Quevedo, “La vida del Buscón llamado Don Pablos” pag 157).
Chipiona huele a flores. Si llegas por la carretera desde Sanlúcar, hay muchos invernaderos donde cultivan flor fresca, el aroma te acompaña, y no te deja hasta que te acercas a la costa y la brisa se encarga de difuminarlo.  Es una sensación muy agradable.
Cuando llegamos al pueblo, de noche,  seguimos   la señalización:  “Parking vigilado”, (ponía en un cartel cutre escrito a mano) y fuimos a dar a un solar vallado, en el centro. El cobrador, ejercía también de vigilante y de portero.  Ostentaba, en pantalón y camisa, sendas guarniciones de grasa cubiertas de polvo, que parecían haberse aquerenciado entre las costuras rancias de lo que algún día fue uniforme; barba de una semana cana y rala, olía a demonios y era endiabladamente feo; parecía más Cancerbero que San Pedro así que  desistimos de aparcar allí, no fuésemos a dejar al lobo, la guarda y custodia  de las ovejas. El pueblo preparaba su feria de septiembre y el día siguiente   transcurrió sin sobresaltos dignos de mención. Sólo un camarero borde y gandul que en vez de andar a lo que tenía que andar, estaba dándole coba a unas niñas y se le olvidó traernos la mitad de las cosas que le pedimos, sin embargo, no se le olvidó ponerlas en la cuenta, por lo que Conchi, que resulta demoledora en estos casos, a punto estuvo de tenerle que sacar los dientes. No hizo falta, sólo con verle la cara de fiera, el tipo eludió la pelea.
Por fin, casi cinco días después de nuestra partida, el tiempo se decidió a cambiar. La tormenta empezó a las 4:00 a.m.. Grandes truenos, (sin aparato eléctrico, eso si) se encargaron de despertarme. Miré por la ventana… ni dios. ….joer! ya era hora, dije yo pa mis adentros,  mientras aguantaba el tipo. Aquello iba en aumento y esperé un rato a ver si descargaba; cuando empezó a granizar, caían yelos del tamaño de una anguila y los drenajes casi no daban abasto a evacuar.  Una vez que la furia de los Dioses fue apaciguada, esperé un tiempo prudencial para  la absorción del fango, y cuando lo consideré oportuno,  como estaba aparcado  sobre una rejilla, aproveché pa vaciar la casette. Con el fin de disimular un poco la peste que siempre dejaba tras de si esta obligación diaria, eché las aguas grises encima. Aún así, la nube tóxica permaneció en toda la manzana. Cuando empecé a oír las sirenas de los equipos de emergencia de la Junta de Andalucía, que, supongo venían a acordonar la zona, giré la llave de contacto, metí primera y, como flotando, y sin despertar a mi gente,  puse rumbo a la última etapa  andaluza de  nuestro   viaje: Zahara de los Atunes (to be continued)