Suelo madrugar mucho en mis días
libres. Mis vecinos deben pensar que soy
un currante de la ostia cuando los domingos
me los encuentro temprano. Mientras me dan los buenos días, con los ojos
aún vidriosos y la voz tomada, me miran
como pensando: “este muchacho no para”. La realidad es bien distinta: soy un
gandul profesional,… la alegría que me entra por el hecho de no tener nada que
hacer en esos días, hace que madrugue a
lo bobo, supongo que con el fin de holgar el máximo tiempo posible. El holgazaneo y la buena mesa, son mis auténticas pasiones.
En Mazagón, no fue una excepción, esa
extraña cama… , el ruido de las olas ….. a las 7:30 andaba paseando por la
playa. Me flipa hacerlo.
La bicha era un modelo Sky 22
montada sobre un chasis de Ford Transit , no tenía ni un año. La cabina era la normal del furgón, 5 marchas, control de velocidad….., muy
cómoda y fácil de conducir, la verdad;
un Ferrari si la comparamos con mi Iveco Daily del 94. Entre el habitáculo y la cabina, sólo había
una cortinilla de separación. A la “vivienda”, además, se accedía por una
puerta lateral; entrando por esta, de frente: una fregadera, una pequeña cocina
de gas, y debajo, un frigo, también de gas; entre estos y el asiento del conductor, las plazas de
viaje con una mesa. A la derecha del
acceso, unos asientos supletorios, ya sin cinturón, que ni el más austero de
los hippies podría asemejar a un sofá aunque pudiese ser ese su cometido. A la
izquierda un extraño artefacto que al batirlo, aparecía un cojín pegado con velcro. Desplegando este
último artilugio y una vez recogidas las patas de la mesa y liberada esta de
los amarres, los asientos de viaje se
deslizaban sobre el tablero, los supletorios
de la derecha, se desplazaban sobre unos riheles, se añadían dos tableros
pequeñicos, con sus respectivos cojines, pa tapar los huecos , y teníamos la
cama supletoria montada. Una puta mierda
vaya. Girando a la izquierda, al final del pasillo estaba montada la cama fija,
no es que fuera muy cómoda pero al menos era enteriza con lo que el culo no se
te colaba entre los cojines. A mitad del
pasillo anteriormente mencionado, se
encontraba el acceso al protagonista absoluto del viaje: El servicio. El tipo
que lo diseñó era pigmeo. Si yo entraba en él de frente, tenía que salir marcha
atrás. Imposible girarme sin romper
nada. El micro lavabo, más bien parecía un bebedero de esos de las vacas. A la
izquierda de la puerta, al fondo, estaba
la ducha. Dándole a un botón, se activaba la bomba que proporcionaba un caudal
bastante ridículo.
Para acceder a la ducha, tenía que entrar de frente y una vez dentro, andaba marcha atrás, como las muñecas de famosa , hasta que conseguía colocarme bajo el “chorro”. Para salir, el camino inverso, avanzando hacia adelante como en el popular anuncio de la tele, y al llegar a la puerta, marcha atrás hasta el pasillo, donde tenía que secarme. Dentro era imposible. La taza del váter, una tragedia; giraba sobre su eje vertical porque en su posición normal, no te podías agachar sobre ella, pues las rodillas colisionaban con el tabique de enfrente. Durante un buen rato estuve preguntándome cómo tendría que proceder cuando llegara mi momento “all bran”, hasta que di con la tecla del giro, como todos los grandes hallazgos de la historia, de casualidad. Como buen váter químico, había que cumplir diariamente con el ritual de tirar las aguas negras a un váter de verdad. Cada día, al vaciar el químico, el pestuzo se me instalaba en la pituitaria, y allí permanecía, como una nube tóxica en calma chicha, hasta que lograba olvidarme de él.
Para acceder a la ducha, tenía que entrar de frente y una vez dentro, andaba marcha atrás, como las muñecas de famosa , hasta que conseguía colocarme bajo el “chorro”. Para salir, el camino inverso, avanzando hacia adelante como en el popular anuncio de la tele, y al llegar a la puerta, marcha atrás hasta el pasillo, donde tenía que secarme. Dentro era imposible. La taza del váter, una tragedia; giraba sobre su eje vertical porque en su posición normal, no te podías agachar sobre ella, pues las rodillas colisionaban con el tabique de enfrente. Durante un buen rato estuve preguntándome cómo tendría que proceder cuando llegara mi momento “all bran”, hasta que di con la tecla del giro, como todos los grandes hallazgos de la historia, de casualidad. Como buen váter químico, había que cumplir diariamente con el ritual de tirar las aguas negras a un váter de verdad. Cada día, al vaciar el químico, el pestuzo se me instalaba en la pituitaria, y allí permanecía, como una nube tóxica en calma chicha, hasta que lograba olvidarme de él.
Cuando llegué de mi paseo, Conchi
ya estaba despierta y nos fuimos a desayunar. Su cara delataba cansancio; habrá extrañado la cama -pensé-; nos miramos,
y sin decir nada, nos echamos a reír.
Esa risa repleta de sorna, en nuestra casa quiere decir: “la hemos cagao”. El desayuno, igual de rico y abundante en
toda Andalucía: café/colacao, zumo natural, tostada doble (un chusco de los
de la mili abierto a la mitad), con aseite de oliva, o matequilla y
mermelada o paté ibérico, o
crema de hamón yoh o manteca
colorá : desde 2,40€ a 3,10€. Antes de largarnos, fuimos al Carrefour, llenamos
el frigo de cervezas, compramos un GPS, modelo 2º tercio del SXX, es decir, un
mapa de carreteras de los de toda la vida, y pusimos rumbo a Isla Canela.
Allí, en el paseo marítimo, a 30 metros de la kilométrica playa, pudimos aparcar sin problemas. Vaya un sitio chulo y tranquilo!!. (to be continued….).
Allí, en el paseo marítimo, a 30 metros de la kilométrica playa, pudimos aparcar sin problemas. Vaya un sitio chulo y tranquilo!!. (to be continued….).
muy propias las afotos oyes....
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