“DE PADRES GATOS,…. HIJOS MININOS”
Pude conocer a mis cuatro abuelos, pero tuve la mala suerte de no poderlos disfrutar. Todo lo que sé de ellos es gracias al Tío, que sabe maturrangas y colaciones de todo zirriburri, desde antes de la guerra.
Mi abuelo paterno, Leopoldo, murió cuando yo tenía 6 años; era un tipo afable que cantaba siempre mientras trabajaba. De eso me acuerdo bien. Una vez, le puso mi padre una escalera atravesada en el pasillo por donde pasaba 20 veces todos los días, para ver cuánto tardaba en recogerla, y estuvo saltando por encima de ella una semana. Un auténtico “adán”. Tenía además un buen punto de guasa; llamaba por el mote a todo dios, y las más veces utilizaba apodos que sólo él conocía, por lo que cuando lo tenías de interlocutor, había que estar preguntándole constantemente quién era la “tía tal” o el “tío cual”. Mi abuela por ese lado, Rosario, aunque murió en el 88, no se dejaba disfrutar; su pasión por la disciplina era tan profunda, que no le permitía que aflorarse ningún tipo de ternura. Te daba de ostias antes de entrar en misa, para que no dieras guerra y repetía la operación al salir, por si la habías dado. Puro genio. Mi otra abuela, María, era una bendita; recuerdo sus manos de seda cuando te acariciaba la cara, y los arrumacos y achuchones con los que te premiaba siempre que pasabas a su lado. Su marido, mi abuelo Teodomiro, “el parla”, era un magnífico agricultor venido a menos desde que Aguirre le quitó las tierras que le traía en renta. La agricultura era su pasión y como no podía desarrollarla dignamente, se desquitaba hablando de las tierras y alguna que otra majadería, horas y horas; idas y vueltas con los pulgares metidos en las sisas del chaleco a la puerta de Heliodora (mentidero habitual en aquellos años). Muy amigo de sus amigos, trolero y una miaja fantasmón, una vez le apalabró a un tipo, en el autobús de línea, un vagón de cebada, y no tenía ni un grano para echarle a las gallinas. Si mediaba apuesta, era capaz de cualquier cosa. Estando en compañía de Lolo “El Bacho”, de Pascasio y no me acuerdo bien del otro, tal vez “el sordo”, (los cuatro eran muy amigos), comieron un sapo vivo. A mi abuelo le tocaron las ancas, pero creo que Pascasio le arrancó la cabeza al bicho del primer bocao. Aunque estos dos últimos sobrevivieron a mi madre, su hija, tuvimos poco contacto, pues emigraron en los 50 a Bilbao y sólo venían unos días en el verano. De último, ya ni eso.
Actualmente, en las ocasiones en las que, si no media funeral, penaero, o desgracia alguna, “Los Dalton” tenemos la oportunidad de juntarnos, suele aflorar este dispar crisol de sangres del que provenimos. La guasa y la sorna de mi abuelo, el genio y el mandonerismo de mi abuela, la fluidez verbal y el apetito del parla y la bondad infinita de María marcan el rumbo de nuestras reuniones familiares, que así, se ciñen a un libreto muy sencillo: Zampar lo que no hay en los escritos, soplar vinos, cervezas y cubatas en cantidad suficiente para tumbar a un caballo y hacer bufa, mofa, blefa y escarnio de todo aquello (persona animal o cosa) que en algún momento haya formado parte de nuestra historia. Todo ello a 105 decibelios, es decir, pegando unas voces que permiten a los radares de la NASA detectar nuestros lugares de reunión con suma facilidad, …..y sin nombrar a nadie por su nombre de pila, ya se encarga el Fu de mantener viva la llama del abuelo Leopoldo.
Pues bien, el pasado fin de semana, el de San Tirso, nos citamos en Segovia. Acudimos todos menos Cris, la mayor de Isaac. Los que ya nos dejaron, también acudieron, presentes en nuestros recuerdos y alojados en nuestros corazones. La reunión ha tenido lugar en una casona rural a 6 km de la capital. Disponía de mogollón de habitaciones (no las conté, pero éramos 23 culos y aún sobraban camas), todas con su baño completo; Disponía, a su vez, un salón-cocina- comedor-parque infantil, que ocupaba toda la planta baja, probablemente más de 100m2
La cosa empezó bien, pues nada más llegar, ocurrió un episodio objeto de “análisis y comentario” por parte de las fuerzas vivas: la recepción de la familia por parte de la dueña de la casa, cuyo discurso de bienvenida y posterior lectura del prospecto de uso de los trastes, se prolongó por espacio de dos horas. ¡Qué brasa con los colchones y canapés que había tenido que cambiar!..... y qué explicación más completa y fundamentada de el por qué de los vasos de cubatas de plástico: a mi me dejó convencidico de la necesidad de ingerir los cóckteles en recipientes de dicho material. Al principio, íbamos todos en procesión detrás de ella de habitación en habitación; a medida que corría el reloj, la comitiva iba perdiendo efectivos. Hasta que me quedé yo solo. Estaba a punto de deshacerme de ella, cuando apareció el grande, que había dado por concluida la visita turística que le brindó su Ton-ton por Segovia antes de dar con la estación, donde debía de recoger a Andrea. Intenté emplumársela, pero aquel tiene una habilidad especial para detectar un plasta, y pasó a nuestro lado como una exhalación. No miró ni pa nosotros. Cuando logré que se largara, y mientras su sombra se perdía por el jardín, entre la niebla plomiza de por la tarde, estuve a punto de reconocerle que no me acordaba ni de la mitad de las cosas que me había requeteexplicado; pero me pudo la cordura y me callé;… total, no hace falta estudiar física cuántica para poner un lavavajillas. Lo demás, con educación se arregla.
He de confesaros que las viandas fueron tan abundantes como colesterolosas y trigliceroideas. El paellero de a venticinco raciones que tenemos, volvió para casa igual que marchó, pues la paella del domingo hubo que suspenderla. Es costumbre de la casa no tirar nada y menos la comida. El domingo sobras. Los Dalton no bromeamos con las cosas de comer. Mis afamadas sopas de ajo, fueron recibidas, así mismo, con gran algarabía por parte de los comensales, , tanto en su versión sartén como en cazuela de barro. No sé si no habré hecho 8 ó 10 tandas. Sin embargo, las estrellas gastronómicas del evento, (con permiso de un tostonico que nos asó un panadero mu simpático y un corderín que añadimos a la cazuela para que aquel no se sintiera muy solo en el crepitar del horno de leña), fueron sin duda unas patatas con pata, con las que nos agasajó el tío la noche del sábado. ….Cómo es posible que una cosa que güele tan mal mientras se cuece, esté, después de gobernado el guiso, tan rica. El Tío, aunque cogió los trastes de la cocina tarde, tras quedarse viudo, es un alquimista de primer orden para las comidas tradicionales. Un alto en la crónica para hacer mención de la sin igual simpatía del encargado de la tahona del pueblo. Enseguida fue rebautizado como “el triste” pues por su carugesto, parecía que le daba pena vendernos el pan, o tal vez estaba sufriendo por tener que churruscar esos desafortunados bichicos.
Y así de rícamente y sin sobresaltos dignos de mención, transcurrió el fin de semana, de vez en cuando, aprovechando que Segovia es, desde 1985, Patrimonio de la Humanidad, hacíamos un alto en el camino, dejábamos a un lado los peroles , los vasos, y de darle a la singüeso, e íbamos a bajar el engrudo caminando bajo el acueducto , (cuya bella estampa no nos hemos cansado de admirar,) o por el casco antiguo, eso si, sin dejar ni un momento de hablar bobadas. En Segovia, a pesar de la gran afluencia de guiris, y la proximidad de Madrid, te tomas seis (6) vermuts y dos (2) vinos (la tapa te la ponen ellos sin pedirla), por entre 12 y 16 € Este año nos vamos a hinchar, porque en septiembre cumple el tío 80, y la volveremos a liar gorda.
Gran relato, Chin, estás sembraooo, un saludo...
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