martes, 24 de abril de 2012

300 CERVEZAS por Chin



Una de las cosas que más me gusta de vivir en un pueblo es que, si pisas los bares, acabas haciendo migas con los oriundos. Si no te integras, un pueblo que no es el tuyo, tiene que ser muy aburrido.  Morales del Vino, mi pueblo de acogida, tiene un núcleo de población de unos 350/400 habitantes descendientes del pueblo, pueblo. El resto hasta casi los tres mil,  somos advenedizos.
El viernes por la noche, después de cenar, fuimos a tomar la copica de rigor a uno de los tuburios de la villa. Allí anidaban dos pajarracos que son habituales de estos saraos, amén de buenos coleguillas.  Los dos son de ascendencia moralina. Nada más entrar, uno de ellos, con un pedal del 7, me hizo los honores de bienvenida propinándome un  bocao en la oreja. Qué daño me hizo el cabrón!!!. A esas horas de la noche estaban elucubrando las últimas pinceladas de lo que iba a ser la fiesta de cumpleaños de varios de ellos, a celebrar al día siguiente. Enseguida ambos, en plena transición de la fase de “exaltación de la amistad” a “bailes regionales” dieron curso a nuestra invitación. "Drescientas cervezas Shin", me repetía insistentemente uno de ellos, (tercio Mahou en mano, lengua de trapo y ojos clorofos). "Shin,..… hebos gonbrao dresciendas cervezas". “Ed el Lubba, … ba  bayada…. dresciendas….“.
El sábado a mediodía,  acudimos a la finca donde habíamos quedado. Cuando estábamos preparando la paella, apareció una furgoneta del servicio a domicilio del Lupa:  “ahisdan shin, dresciendas cervezas” volvió a balbucear  mi anfitrión, con la lengua más escayolada aún, que doce horas antes.   “Dresdiendas cervezas,…. ahísdán”, su mirada vidriosa se mantenía fija  en la dirección en la que el operario descargaba la mercancía. “dresciendas….”    -seguía mi compadre-. Vinieron al pelo, porque hacía ya un calor de mil demonios. La paella estuvo para la hora prevista, (si no lo veo no lo creo). Nada más terminar de comer, sacaron a “ratona”, cuyas escasas chichas , con una miaja de aliño, serán centro de mesa, en las próximas fiestas del Cristo. Su aspecto enjuto y tristón, no fue óbice para que diese  algún que otro revolcón a  los barriles con patas en que se habían convertido ya alguno de los invitados (a esa hora ya habríamos soplao 200). Yo, con el fin de que Héctor, que estaba presente,  no se pique al bicho, tuve que atarme la pata a la talanquera para no saltar. Al oscurecer se prepararon unas brasas enormes que sirvieron para asar la vianda nocturna a base de cabecero, costillas y panceta. Cuando habíamos terminado con todo lo que había y previa evacuación de las crianzas, (muchos acudimos emparejados),  volvieron a sacar la vaca,  se acabaron las  cervezas, acudió más gente aún y empezó el  botellón. Este era de prestación personal, es decir, estaba fuera de la protección financiera de los anfitriones. Cada uno de los invitados, a título individual o en grupo, acudió al evento con su alcohol destilado preferido, la bolsica hielo y el refresco, formato gigante. Si tuvieran que pagar en el bar de turno toda la cantidad de cubatas que beben, y al precio que tienen estos, estarían trabajando sólo pa matar el vicio. Cuando el animal se cansó de nosotros, lo encerramos. Y como colofón al evento, apareció un tipo con unos platos, una pequeña mesa de mezclas,  un amplificador y unos discos, (si, si LP´s, yo creí que ya no existía eso), y  empezó a poner “chumba-chumba” para regocijo y disfrute de los veinteañeros, mayoría en ese momento. El DJ, era bueno. Largo rato estuve agazapado, fijándome en él, a ver si metía la pata y podía meterme con él (ya conocéis mis antecedentes discotequeros), pero el chaval era bueno, no se le fue ni un solo cambio. En fin, que entre la polvorera que se levantaba con la vaca y los bailes, y las guarniciones de grasa que coleccioné como homenaje a Baco y  al condumio que hubimos de moler durante todo el día,  cuando llegué a casa, era una especie de  dálmata gigante. Lástima de  afoto.  
Espero que cumpláis todas y todos muchos años más, y nosotros que lo veamos. Aunque será difícil que podamos aguantar ese ritmo.

miércoles, 18 de abril de 2012

Semana en Zamora pasada por agua

Al final, estuvimos en Zamora unos días para ver a la familia e intentar ver a los amigos y...los pasos de las procesiones, pero no se pudo completar ni lo segundo ni lo tercero, ya que sólo conseguí ver a Félix el mosca, que estaba con su familia tomándose algo calentito en una terraza cuando comenzaba a llover y a Forma acompañado de su chica en una procesión, también lloviendo. Y es que como todos sabéis, llovió y llovió durante casi todos los días y apenas se pudo disfrutar de la calle. Creo que Paco, ni siquiera se planteó ir a la ciudad, pues no hubo una ventana de buen tiempo para hacerlo.
Espero que la próxima visita sea más exitosa y podamos tomarnos unas "gordas" por ahí.
Dejo unas instantáneas de lo poco que se pudo hacer en estos días sin sol.