Durante los días que comprenden la Semana Santa de este 2012, viajaremos a Zamora y estaré pululando por ahí. Más o menos he quedado con Paco y familia para vernos, aunque no hemos concretado día, si alguien está interesado en pasar un rato en compañía de los viejos amigos, no tiene más que ponerse en contacto conmigo y hablaremos sobre las posibilidades. El blog también es un buen sitio para dejar datos sobre los días que la gente dispone. Si no nos vemos, que paséis unos buenos días de descanso y no comáis muchas torrijas.
Este blog nace con la intención de mantener en contacto permanente a los antiguos alumnos de la Octava Promoción de Técnicos Especialistas de la Universidad Laboral de Zamora y compartir, no solo las experiencias que vivimos en los años en los que cursamos nuestros estudios, también información sobre nuestros encuentros y reuniones pasadas y futuras y los acontecimientos que nos van ocurriendo en la vida lejos unos de otros.
viernes, 30 de marzo de 2012
jueves, 22 de marzo de 2012
"Los jabalines corren por el monte"
Hace ya algún tiempo hice referencia a una época de nuestra vida estudiantil que se hizo fuera de la Universidad Laboral, pero que debido a la cercanía en el tiempo a dichos estudios y la relación íntima y directa con los compañeros de La Octava, con los que compartimos aquel año, creo que tiene cabida en este blog, sobre todo porque sigue siendo testigo y baremo de aquellos lejanos tiempos.
Cuando se acercaba el final de curso de 3º de F.P.II, muchos de nosotros entramos en el dilema de qué estudiar; si continuar en la Topera, haciendo ingeniería industrial o elegir otra disciplina. Muchos compañeros eligieron seguir en la casa que tantos buenos momentos nos brindaron a la mayoría de nosotros, continuando un poco con la rama que habíamos estudiado. En este tema no voy a entrar, aunque conozco un poco la historia y la intrahistoria de muchos de vosotros que tomasteis esta decisión, pero quiero hablar de aquellos que nos decidimos por cambiar radicalmente de rumbo.
En aquellos días, recorrían los mentideros del lugar el rumor insistente de que había cierta masificación de ingenieros sin trabajo en el país y lo que se necesitaban eran otro tipo de cualificaciones para trabajos que hasta ahora no tenían mucho predicamento en España y que estaban comenzando a impartirse en las universidades españolas. Para poder hacer dichas carreras, no bastaba con haber terminado la formación profesional de 2º grado en la rama del metal y había que hacer el C.O.U. si se queria estudiar otra cosa.
Unos cuantos de nosotros, nos liamos la manta a la cabeza y solicitamos beca de estudios en la grillera, pero no nos la concedieron, con lo que no nos quedó otro remedio que emigrar al ancho mundo de los institutos de la capital, a los que tanto habíamos criticado veladamente.
Los valientes que nos embarcamos en la aventura hostil de salir de las faldas de la Uni, fuimos: Paco, Chin, Cholo, Chichi y Pascual. Todos pedimos el ingreso en la nueva orden del Maestro Haedo y nos fue concedida sin reparos.
Menos Manuel, que decidió hacer letras mixtas, los demás nos decantamos por las ciencias y eso que al "pequeñín" se le daban bien las matemáticas y la física. Lo que ocurrió en el tema académico es para contarlo en otro momento, pero lo que rodeó nuestra estancia en el centro en todo lo demás daría para muchas anécdotas y aventuras tan divertidas o más de las que vivimos en la Laboral, con el agravante de que había chicas por el medio. No quiero ni decir en lo referente a la vida fuera del instituto que eso ya fue de traca.
Chuchi no notó mucho, creo yo, el cambio en cuanto a la rutina de su vida cotidiana, pues seguía yendo a su casa a comer y dormir. Yo, noté bastante el cambio, pues tenía que ir y venir todos los días desde Carrascal en el Vespino y no veáis el frío que llegué a pasar. Entonces no se ponía uno casco y mi protección era una coreana azul de las que seguramente tuvimos todos alguna. Me ponía el capuchón cerrado del todo, por el que sólo tenía visión de buzo y a tirar los 9 Km que separaban mi casa del garaje de mi tío en el barrio de La Candelaria. En pleno invierno (llegué a ver -14ºC en el reloj de Caja de Zamora), llegaba completamente blanco por el hielo y cuando me bajaba del Vespino, me costaba desdoblarme de la postura que había adquirido en la moto y cruzaba el Parque León Felipe camino del instituto como si todavía fuera en moto, con los brazos estirados, las piernas un poco encorvadas y el culo echado para atrás. Lo peor era que cuando ya estaba llegando a Zamora, después de pasar por las heladas veredas del Duero por donde recorre la carretera su trecho hasta llegar a la ciudad, donde había ido pegando a mi cuerpo toda la escarcha del camino, ya que pasaba las intersecciones sin poder ver porque aunque intentaba mover la cabeza para mirar, no podía ver debido a que la coreana se había congelado y estaba rígida como un témpano y mis hocicos hundidos en la profundidad de la escafandra no lograban salir para olisquear el peligro. No sé cómo algún coche no me llevó por delante.
Ese Vespino es con el que se cayó Chinaco cuando me lo pidió para dar una vuelta y me lo trajo de la mano con la rueda de delante mirando para Cuenca.
Sin duda, los que más notaron el cambio fueron Paco y Chin, que se decidieron a compartir un piso con otros dos amigos y compañeros de La Octava; Isidro y Travolta, que no estudiaban C.O.U., pero seguían estudiando F.P. Dicho piso estaba situado en la calle Argentina y sólo puedo decir que cuando lo abandonaron, no se pudo cantar aquello de "No llores por mí, Argentina", si no, todo lo contrario.
Lo acontecido en aquel lugar durante los nueve meses de curso darían para hacer una novela, pero no voy a ser yo el que desvele las historias, acontecimientos y aventuras porque, aunque formé parte de algunas de ellas, los protagonistas son los que allí moraron. Lo que sí puedo decir es que para entrar en su casa había que usar una contraseña secreta que estuvo en vigor mientras fueron los inquilinos. Dicha contraseña era: "Los jabalines corren por el monte". Si se te ocurría decir: "Los jabalíes corren por el monte" y era Chin el que estaba al otro lado del telefonillo o de la puerta, no te abría el tío y se olvidaba de tí.
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